REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Cuando fallece un Ser querido, recuerda: “he tenido”, y no solo “he perdido”…

Estas fechas nos recuerdan a las personas que ya no están con nosotros. Parece mentira que sepamos que nacemos todos diagnosticados de muerte y que cuando ocurre de cerca, nos hundamos tan profundamente. Esta ceguera existencial debe ser un protector que tenemos instalado para soportar la finitud de nuestras vidas, a la que nos vamos a enfrentar más pronto o más tarde, sin posibilidad de librarnos. Por eso, ante la inevitabilidad de la muerte, deberíamos aprender a celebrar más la vida. Pero no es así…

Cuando alguien a quien queremos se va, es difícil virar la mirada hacia valorar lo vivido, disfrutado y amado a esa persona, porque el vacío de la pérdida se apodera de nosotros. Si fuéramos capaces de ubicarnos al otro lado, todo cambiaría. Aunque cuidado: no intentemos el viraje en pleno “pico” de dolor punzante. Aquí solo cabe la autocompasión, entendida como traernos amor y comprensión ante nuestro sufrimiento y el de los que también han sentido la pérdida.

Una vez abierto el espacio suficiente y necesario de cada cual, una vez pasada la tormenta, habría que darnos cuenta de dos cosas transcendentales:

  1. Llorar o “doler” la pérdida de esa persona es la única forma que tenemos de homenajearla. Qué triste sería no poder llorarla y qué triste sería que no nos llorara nadie cuando nos vayamos. Para poder considerar a alguien verdaderamente importante, hemos de presumir que su pérdida será también tremendamente importante. Por lo que abrirse a experimentar la tristeza y la angustia, es abrirse a la profundidad que supone la vida y la muerte. Es ser realmente Humano, con mayúsculas.  
  2. Aceptar la realidad de nuestra máxima pérdida, que es la vida misma, nos vacuna contra todas las demás pérdidas. Ser conscientes de la “Impermanencia” de todo (relaciones, posesiones, diversiones, amistades, juventud, salud…), nos puede ayudar a apreciar más cuando las tenemos delante. Muchas veces esto de lo que te estás quejando ahora, lo puedes echar de menos en el futuro. Pero no somos conscientes.

Por eso es tan importante abrir nuestra consciencia a todo aquello que nos pasa desapercibido porque lo damos por hecho, porque nos hemos habituado a tenerlo. Si hay alguien en tu vida que quieres mucho, díselo. Si hay algún halago que te nace de natural y que piensas sobre alguien a quien aprecias, díselo. No te esperes. Puede que no llegues a tiempo. Te aseguro que proporcionará la mayor de las satisfacciones…

“No hay lugar en la tierra donde la muerte no puede encontrarnos (…)”. Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muerte ni una palabra. Sin embargo, cuando llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos, sus amigos, los sorprende desprevenidos (…). Adoptemos una actitud del todo opuesta a la común: privemos a la muerte de su extrañeza, frecuentémosla; acostumbrémonos a ella; esperémosla en todas partes. Practicar la muerte es practicar la libertad”.

Extracto de “Ensayos” Michel de Montaigne (Libro I, capítulo XIX).

Ilustración de Wendy MacNaughton para “How to Say Goodbye” (Cómo decir adiós).

Sugerencia – Meditación n. 5: “Meditación Conscientes de Ser Conscientes”.

Esta meditación nos ayuda a ser conscientes de todo lo que nos rodea que pasa desapercibido y nos ayuda a cultivar la amabilidad, apertura y aceptación ante todo lo que aparece en nuestra consciencia como observadores imparciales de la experiencia, sin etiquetar y sin contarnos historias sobre lo que experimentemos. Buena práctica…

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