El síndrome del impostor hace que dudes de tus capacidades y te sientas como un fraude. Pauline y Suzanne, investigadoras en el ámbito de la psicología, han estudiado de cerca este fenómeno en las mujeres, observando que afecta sobre todo a aquellas que tienen mayor rendimiento, poseen destacados logros académicos y profesionales. En el fondo creen que no son lo brillantes que los demás piensan. No se sienten suficiente y les resulta difícil reconocer sus logros (pilar fundamental de una autoestima saludable). Piensan, incluso, que han conseguido convencer al mundo de su valía y se desesperan por seguir manteniendo el nivel, de manera desproporcionada.
El precio es altísimo: se condenan en vida intentando demostrar su valía bajo la amenaza estresante de ¿y si me descubren?
Este fenómeno existe donde menos te lo esperas: actrices como Charlize Theron y Viola Davis o Directivas como Sheryl Sandberg (Facebook y Google) o Michelle Obama también lo han sufrido. Lo que todavía no se ha dilucidado es por qué existe este síndrome (tanto en hombres como en mujeres) y qué papel adopta el entorno laboral que posiblemente lo fomente y agrave, especialmente en las mujeres.
Es evidente que se compara y discrimina a las mujeres con respecto a los hombres: la brecha salarial; presencia mínima en posiciones de poder en gobiernos, consejos e instituciones públicas y privadas; el hecho de que sea la mujer quien de a luz y deba ausentarse del trabajo, la hace menos atractiva en el mercado laboral; la falta de conciliación familiar, etc.
Según constatan las investigadoras, las mujeres opinan que: “no pertenecemos porque nunca se supuso que debíamos pertenecer”. Para resolver esta insensatez, afirman que no se trata de “arreglar” a las personas, sino de crear un entorno que promueva la diversidad en los estilos de liderazgo que, por el momento, sigue siendo “eurocéntrico, masculino y hetero-normativo”.
El cerebro -y la mente que lo expresa- posee muchas habilidades, siendo la primera y más importante la adaptación al entorno para poder sobrevivir. Acoplarse a lo que sucede convierte en normal lo que no lo es. No es normal (aunque fruto de nuestro contexto histórico y cultural) que un género se constate como superior al otro en las iglesias, en las empresas, en los gobiernos, en los puestos directivos…
Y, sin embargo, lo hemos normalizado.
En la mujer se valora el individualismo y el trabajo en exceso, y en eso se basan para demostrar que su vida en familia no les reste un ápice de su valía y capacidad laboral.
¿Es esto lo que queremos para nuestras madres, hermanas e hijas?
“Durante la Primera Guerra Mundial, Nellie Bly, a los cincuenta años, fue la primera mujer periodista en informar desde el Frente. Después de la guerra, regresó a Nueva York y escribió una columna para el New York Journal y luchó para conseguir hogares para los huérfanos. Entraba y salía del hospital por agotamiento y aun así continuó con su trabajo y escribió que cada individuo tiene una responsabilidad moral con ‘el mundo entero de la humanidad: buenos, malos e indiferentes”.
Extracto del libro “The daring Nellie Bly: America’s Star Reporter” de la escritora y artista Bonnie Christensen.
Ilustración de Diana Sudyka para “What Miss Mitchell Saw” de Hayley Barrett.
Sugerencia: “Meditación de la Montaña” en www-psyke.es. Sirve para desarrollar la firmeza y la sensación de poder interior, además de la aceptación de lo que se nos presenta en la vida. Sin dejarnos arrastrar por reacciones automatizadas. Buena práctica…