Este fin de semana veinticinco mujeres hemos celebrado la cuarta edición del Retiro de Autocompasión organizado por Psyke en el Monasterio franciscano de Gilet. Es evidente que la auto-compasión es necesaria para todos los seres humanos sin distinción de género, pero también es cierto que a las mujeres les cuesta mucho más anteponer sus necesidades debido a la educación recibida y la cultura de sacrificio y abnegación en la que muchas se han desarrollado. Visto lo visto, todavía queda mucho camino por recorrer…
Uno de los mayores hitos de este Retiro es convencerlas de que el auto-cuidado no es un egoísmo. Instruidas en que somos las responsables de la felicidad y unión familiar, hemos aprendido a achicarnos para dar cabida a los gustos y prioridades de nuestra familia, sin darnos cuenta de que nuestras hijas pueden repetir el modelo de dar y nuestros hijos el de tomar, por el simple hecho de que lo han vivido en casa. No hay duda: somos la referencia de nuestros hijos, monos repetidores de nuestra conducta. Comprueba, si no, la cantidad de veces que repites una conducta de tu madre o padre que detestabas y te cuesta tanto evitar hacer.
Casi todos tenemos instalada una inercia compasiva con los demás -en cuanto sabemos de su sufrimiento- que nos hace buscar rápidamente fórmulas para aliviarles cuanto antes de sus penas. La dificultad aparece a la inversa: cuando somos nosotros los que estamos sufriendo y lo minimizamos porque priorizamos el sufrimiento del otro. Por eso la auto-compasión ha de cultivarse. En nuestra sociedad no nace espontáneamente. Con lo que cuando ocurre algo que nos desagrada de nosotros mismos: nos sale algo mal, o nos equivocamos, o nos descubren en una mentira (generalmente expresada para no perder el amor o la consideración del otro), nos machacamos vilmente y sin piedad. Aunque el castigo es a lo que estamos acostumbrados, pensad más allá, pues aunque sea contra-intuitivo, ya estamos sufriendo por haber fallado.
¿Qué hacemos entonces riñéndonos, elevando al cubo ese sufrimiento improductivamente?
Porque de esa riña no nos levantamos con más fuerza para afrontar las adversidades de la vida. Nos dejamos derrotados, con la autoestima y la energía por los suelos, incapacitados para afrontar un nuevo desafío de la vida que no tardará en llegar. Porque la vida es eso “caerse y volverse a levantar” en palabras de Jon Kabat-Zinn, el responsable del programa científico MBSR de Reducción de Estrés Basado en Mindfulness, que ha dado lugar a una revolución en la psicología clínica mundial. No sabíamos –aunque debería habernos parecido evidente- que nos tratábamos tan mal cuando considerábamos no estar a la altura de los demás.
Por eso hacemos este “encierro” en un espacio retirado, cerrado a referentes externos, en un entorno rodeado de naturaleza, propicio para la autorreflexión, que obligue a descender a nuestras entrañas y pillarnos hablándonos mal cuando más necesitamos de nuestro cariño y comprensión porque estamos pasándolo mal.
La auto-compasión se define como “estar abierto y activado al propio sufrimiento, experimentando sentimientos de cuidado y amabilidad hacia uno mismo, tomando una actitud no enjuiciadora y de comprensión hacia los propios fallos y deficiencias. Reconociendo, asimismo, que todas nuestras experiencias forman parte de la experiencia común de ser un Ser Humano.
Tan malo es ignorar nuestro dolor como exagerarlo. Si cultivamos la autocompasión, cultivamos también la sabiduría y somos más capaces de discernir cuándo estamos siendo víctimas de nuestros propios sentimientos y cuándo nos estamos dejando de lado porque hemos fallado. Lo notamos sobre todo cuando emprendemos una acción dirigida hacia el cambio dejando de hacer algo que sabemos es perjudicial para nosotros: dejar de fumar, de beber, de comer en exceso, o cuando nos movilizamos hacia lo que sabemos que nos sienta bien: hacer más ejercicio, fomentar las relaciones interpersonales o estar más en contacto con la naturaleza. Las propuestas son solo propuestas que pueden fallar porque suponen un cambio de conducta que no siempre apetece por pereza o comodidad. La auto-compasión nos puede ayudar mucho para consolarnos en las caídas y animarnos en el reinicio de la nueva conducta.
¿Cuál de estas dos posturas creéis que genera más energía?
La motivación por el castigo nos lleva a retarnos y tener que demostrar nuestra valía ante nosotros mismos y los demás, pero tiene las patas muy cortas, porque se desvanece en cuanto volvamos a caer. Nuestra propia palmadita amorosa en la espalda que te dice “venga, te has caído, duele y es normal que te duela, vamos a darnos un tiempo para recuperar fuerzas y lo volvemos a intentar”…
Tú mismo…
“Si tu compasión no te incluye a ti mismo, está incompleta”. -Jack Kornfield
Ilustración de Jean-Pierre Weill para su libro “The Well o Being” (2016).
Sugerencia: Meditación N. 11 “Cultivando la Auto-compasión”
Esta meditación nos puede ayudar a fomentar una actitud amorosa y compasiva en nuestro interior con la intención de aprender a tratarnos con cariño cuando nos equivocamos o pensamos que no somos suficientes.
La meditación N. 12 “Pausa de Auto-compasión” nos ayuda a aprender a traernos cariño amoroso en el momento en que estamos sufriendo. Ambas meditaciones van plantando semillas en nuestro interior para ayudarnos a ser nuestros mejores compañeros de viaje en nuestra trayectoria vital. Buena práctica…