Cuando te encuentras ante el dilema de elegir ver otro episodio de tu serie favorita o acabar la presentación que necesitas para mañana, es determinante reflexionar sobre las consecuencias para ti si sucumbes a lo que te apetece en ese momento (la serie) y las consecuencias si acabas la presentación. ¿Qué te va a hacer sentir mejor? Si decides quedarte a ver la serie, ¿a qué hora te vas a acostar acabando la presentación? ¿Cómo vas a estar de fresca para exponerla a la mañana siguiente? Si no te sale bien por haberte quedado a ver la serie ¿vas a reñirte y maltratarte?
Ante este tipo de situaciones, pregúntate: ¿si me quisiera qué haría?
El amor y el miedo son fuerzas provenientes de las emociones que nos mueven a la acción. Las decisiones tomadas desde el amor generan una energía proactiva y cuidadora porque parten desde el crecimiento: voy a hacer aquello que me nutre, me favorece y aumenta mi bienestar, porque me tengo en consideración y me quiero. Las decisiones tomadas desde el miedo parten de una sensación de amenaza y se sustentan en pensamientos que empiezan con “tengo que hacer X”, seguido de “porque si no me pasará X”. Decidir desde el amor o desde el miedo va a procurarnos energía en ambos casos, pero los resultados para nuestro organismo son completamente distintos.
La educación en la cultura del castigo y la culpa (que son miedos) hace que muchas personas se esperan hasta última hora sus obligaciones para servirse de la fuerza que genera el estrés ante el miedo de no llegar a la fecha límite de entrega. El problema es que hay quien se “adicciona” a ese chute de fuerza porque se siente más ágil y productivo. Craso error: lo que practicas, crece. Y así queda luego el cuerpo machacado por el abuso del cortisol -la hormona de estrés- que debilita nuestro sistema inmunológico y nos regala todo tipo de enfermedades psicosomáticas.
Posicionarse desde el amor, sin embargo, parte de uno mismo, del autoconocimiento, la autoestima y los valores y principios por los que elegimos gestionar nuestro mundo personal y nuestro entorno. Estamos hechos de esencia amorosa, es lo que nos une a la mayoría de los seres humanos. El miedo contrae y el amor expande. ¿Por qué no aprender a dirigirnos ese amor hacia nosotros mismos y generarnos esa energía que es la más potente de todas?
Haced el siguiente ejercicio:
- Ante una situación que te apetece hacer pero sabes que te va a sentar mal si la haces, dite: “esto no lo hago porque me quiero”
- Ante una situación que no te apetece hacer pero sabes que si la haces te va a procurar satisfacción y bienestar, dite: “esto lo hago porque me quiero”
Y deja que los efectos se propaguen. Este viraje de perspectiva acabará produciendo una energía diferente, más poderosa y más saludable, para ti y para las personas que te rodean que sentirán tu bienestar…
“El amor ahuyenta al miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no solo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”
Extracto de “Cielo e Infierno” de Aldous Leonard Huxley.
Ilustración de Leah Hayes para su libro “I touched the sun” (Toqué el cielo).
Sugerencia: Meditación n. 11 – “Cultivando la Autocompasión”.
Esta meditación nos ayuda a aprender a traernos calidez y amorosidad hacia nosotros mismos en momentos de sufrimiento, cuando nos hemos equivocado o no hemos conseguido aquello que nos habíamos propuesto. Si se aplica con honestidad hacia uno mismo, produce una presencia conectada y amorosa, que amortigua los estados anímicos negativos y ensalza los positivos. Buena práctica…