La infancia es la etapa más importante de nuestro desarrollo. Las experiencias y relaciones que experimentamos durante estos años formativos serán el cimiento sobre el que se construirán nuestras relaciones adultas. Carencias afectivas como el abandono, la negligencia o el maltrato en momentos tan cruciales de nuestra existencia pueden generar patrones que nos lleven a relacionarnos con parejas o amistades no disponibles o directamente abusivas, repitiendo el modelo en el que nos criamos, que tanto daño nos hizo…
El psicólogo y escritor Dr. David Richo ha identificado cinco áreas de carencias que, cuando no se abordan adecuadamente, pueden dejar heridas emocionales duraderas que influyen tremendamente en nuestras relaciones.
- Atención: al nacer sin vocabulario, solo podemos llorar de diferentes maneras para comunicarnos. Nuestros cuidadores han de estar atentos para saber distinguir los lloros de hambre, sueño, frío, miedo… Cuando sentimos que van acertando y nos atienden, disminuye nuestra inseguridad y vemos que podemos confiar tanto en ellos, como en nuestra capacidad de comunicarnos. Si no somos atendidos como necesitamos, y experimentamos sentimientos de insignificancia, abandono o incluso invisibilidad, se puede manifestar en nuestras relaciones adultas como una constante necesidad de validación y reconocimiento.
- Afecto: además de llorar para comunicarnos, necesitamos ser abrazados y besados con ternura. Si lo conseguimos sentimos que nuestro cuerpo es maravilloso tal cual es y que hay conexión y amor genuino que nace hacia nosotros. Si no recibimos suficiente afecto, podemos desarrollar una sensación de vacío emocional y dificultad para expresar y recibir amor en nuestras relaciones futuras.
- Seguridad: nuestro cerebro necesita predecir para sentirse seguro. De bebés, saber que contamos con la presencia de nuestros cuidadores para atendernos, alimentarnos, y querernos es esencial para nuestra salud emocional. Si vivimos en un entorno inseguro o impredecible durante la infancia, si no tenemos la certeza de que nos van a acoger y calmar, podemos desarrollar ansiedad, miedo al abandono o dificultades para confiar en los demás en la edad adulta.
- Empatía: a través de la interacción con nuestros cuidadores aprendemos a desarrollar la empatía, fundamental para comprender y compartir sentimientos con los demás en toda relación saludable. Si no aprendemos esta capacidad durante la infancia, podemos tener dificultades para conectar con los demás, comprender sus necesidades y mostrar compasión hacia ellos.
- Límites claros y consistentes: tener claro lo que se puede y no se puede hacer, y las consecuencias que se pueden derivar de romper los límites establecidos generan seguridad y estructura en la vida de un niño/a. Si crecemos en un entorno donde los límites son inconsistentes o inexistentes, podemos desarrollar dificultades para establecer y respetar límites saludables de mayores.
Casi todos hemos vivido alguna de estas carencias en mayor o menor medida. Pero si son profundas pueden llegar a generar patrones de comportamiento que saboteen nuestras relaciones: como el miedo al compromiso, la evitación de la intimidad o la dependencia emocional. En lugar de culpar a nuestros cuidadores, reconozcamos y validemos nuestras experiencias pasadas aprendiendo a regular nuestras emociones, establecer límites saludables y cultivar relaciones más plenas y auténticas en nuestras vidas adultas.
“Cada vez que conoces a alguien, estás conociendo a todas las personas que le dañaron”
Extracto del libro “When the past is present” del Dr. David Richo.
Ilustración de Alexis Deacon para su libro “For Beegu”, de 2003.
Sugerencia – Meditación n.7: Metta con uno mismo y con los demás”
Esta meditación nos ayuda a desarrollar la autoestima sincera y el respeto hacia uno mismo y los demás incondicionalmente. También a no proyectar en los demás ni culpar a los demás de nuestros problemas. Es el antídoto a la envidia, el resentimiento, la ira, la vergüenza, y el aislamiento. Buena práctica…