Si haces mucho deporte, el cuerpo te pedirá moverse. Si cuidas tu alimentación, tu sistema te pedirá comer sano. Si te tiras en el sofá todo el día, querrás más sofá. Lo mismo ocurre con nuestra mente: si practicas escucharla, te irá preparando cada vez más pensamientos, porque los estás atendiendo continuamente. Lo bueno es que si aprendes a “dejarlos ir” en cuanto aparezcan, cada vez vendrán menos y te engancharán menos. Es cuestión de práctica…
Cuando nos iniciamos en la meditación parece todo bien sencillo. Te sientas “cómodamente” en una silla o sobre un cojín de meditación, pones atención y consciencia en la respiración (en el lugar donde más sientas las sensaciones físicas del aire entrando y saliendo de tu cuerpo). Y simplemente estás, con apertura, curiosidad y sin enjuiciar ni oponerte a cualquier cosa que vaya apareciendo.
¿Qué ocurre nada más empezar a meditar?
De entrada, eso de “cómodamente” no lo es tanto…
Aunque estemos muy predispuestos a cumplir con las instrucciones, la postura empieza a ser un incordio que atrapa nuestra atención y esto dificulta mucho estar atentos a la respiración. Los pensamientos parecen cuadruplicarse buscando también ser atendidos, como si compitieran entre sí para ver cuál de todos ellos consigue seducirte para que lo sigas y te olvides del “rollo” que le supone a la mente poner atención en algo tan aburrido como la entrada y salida del aire del cuerpo.
La mente empieza a inquietarse y poner en duda la misma práctica con pensamientos como: “¿pero esto para qué sirve?”, “no tiene ningún sentido”, “menuda pérdida de tiempo con todo lo que tengo que hacer». Y empieza -sigilosa o directamente- a intentar desviarte del cometido. Ahí comienza realmente el ejercicio. Pues venga lo que venga, pensamientos, emociones, incomodidad -lo que sea- abrimos espacio para acogerlo todo sin rechazarlo, ni forzar nada, ni pretender que sea distinto de lo que es. Lo que hay es lo que hay…
Entonces te das cuenta, como si fuera una revelación, lo que significa ese aprender a “estar con lo que hay”.
Acomodarse a estar con las incomodidades y los incordios al meditar va abriendo una ventana cada vez más grande de tolerancia a la frustración en tu interior, que se refleja en todo lo que ocurre en tu mundo exterior.
Meditación regular
Si meditas regularmente, el cerebro va haciendo sus cambios estructurales para que puedas estar ante las incomodidades de la vida, sin que te arrastre. Aumentando tu capacidad de aceptar lo que te presenta la vida desde dos vertientes:
- Aceptación radical desde la serenidad, para aceptar aquello que no te gusta y que no está en tu mano cambiar…
- Compromiso con tus valores más profundos cuando ves que están en riesgo, por una falta de respeto o una injusticia. Y actuar con coraje para plantarte y cambiar lo que puedas cambiar, sin que el desgaste sea extremo (porque igual conviene dejar las cosas como están, asegurándote de que no te mueves por autoengaño, miedo o pereza).
¿Meditamos? La práctica hace al maestro…
“La meditación es solo otra manera de darte cuenta y es un poco mágico. Nos trae, tal cual estamos, al momento presente, tal cual es en ese momento. Esta libertad es un lugar que yo llamo “aquí y ahora”. Es una tierra conocida por niños, plantas y animales; es un lugar donde nos sentimos conectados con una historia más grande que se despliega ante nosotros. A veces, cuando nuestras mentes y cuerpos están atareados, se nos olvida cómo volver. Pero para regresar solo hemos de tomar consciencia del mundo que nos rodea, abriendo bien nuestros sentidos.”
Extracto del libro “New Collected Poems” (2013), de Wendell Berry
Ilustración del escritor David Byrne para su libro “History of the World”.
Sugerencia – Meditación n.3a: “Sentados con la respiración”
Esta meditación sirve para anclar nuestra atención en el momento presente y practicar soltar la mayoría de nuestras distracciones mentales que no sirven para nada y tanto nos afligen. Buena practica…