La psicóloga estadounidense Lillian Glass fue la primera en acuñar el término “tóxico” en referencia a las relaciones interpersonales, con la publicación de su libro “Toxic People” en 1995. Desde entonces el concepto relación tóxica es uno de los más buscados en internet y se refiere, según Glass, a “cualquier relación entre personas que no se apoyan mutuamente, en la que prevalece el conflicto, la competencia, la falta de respeto y de cohesión”.
En una relación tóxica – de pareja, de amistad o de familia – predominan la desconfianza y el miedo, que parte de la inseguridad de uno o de ambos miembros. La baja autoestima o los traumas vividos en la infancia (como el abandono o abuso sexual) muchas veces imposibilitan poder mantener una relación saludable.
Si no existe consciencia de ese daño y no se acude a terapia, pueden empeorar paulatinamente las conductas nocivas. Los reproches, acusaciones y control por parte de la persona herida o la pasividad y silencios por parte de la persona no dañada.
Mantenerse ambos en una relación así, acaba por contagiar e intoxicar a los dos miembros, por lo que llega a no distinguirse quién de los dos está peor. Y acaba adaptándose su cerebro al maltrato recíproco…
Intentar dejar una relación tóxica
Cuando alguno de los dos decide – al cabo de los años – que así no se puede vivir y se propone dejar la relación, descubre que no puede porque se ha enganchado y puede sucumbir a sus propias trampas.
- Esperanza. Creer que esa persona va a cambiar con su entrega y su perseverancia. Una persona narcisista, por ejemplo, solo podría cambiar su interacción en una relación si se reconociera como tal. Y justamente los narcisistas son los últimos en querer enterarse. Obcecarse y desgañitarse intentando hacerle darse cuenta de su comportamiento solo hará que se defienda o te ataque. Caso perdido…
- Miedo. Pánico a la soledad, a cuestionarse si se está equivocando o a pensar que, si se marcha, llegará otra persona que ocupará su lugar y serán felices por todo lo que se ha luchado durante la relación. Miedo a que otra persona recoja esos frutos y no poder tolerar esa usurpación…
- Culpa. Si se sabe que la otra persona es frágil por posibles heridas de rechazo en la infancia que le llevan al pánico al abandono, se puede sentir culpa por incidir en esa herida y saber que se vendrán abajo…
- Pena. Pensar que esa persona va a sufrir tanto que no se podrá soportar sus reclamos ni sus lloros. Como ya se ha demostrado tantas otras veces cada vez que vuelve a la relación tras rupturas repetitivas por los mismos motivos.
- Comodidad. Seguir juntos es continuar también con la familia, los grupos de amigos, los hijos. Se llega a justificar que hay muchos momentos denominados “especiales” que compensan los momentos malos…
Es de vital importancia comprender que al continuar con la relación, estás eligiendo sostener los comportamientos anteriores. Si no se aceptan, no se podrán soltar. Si algo dolió tanto hace dos años, el tiempo de solucionarlo y continuar juntos o dejarlo se presentó hace dos años. Volver una y otra vez sobre el tema solo produce más daño y desgaste.
El primer paso para sanar una relación tóxica de estas características es tomar consciencia de que la responsabilidad recae al 50% en ambos miembros. Y a partir de aquí trabajar conjuntamente por el bien de los dos.
¿A qué esperas?
Ilustración de Christine Rösch para “The Mathematics of Love: Patterns, Proofs and the Search for the Ultimate Equation”, de Hannah Fry.
Sugerencia – Meditación n.18: Meditación del Amor y de las Relaciones»
Esta meditación permite abrir nuestro corazón para ser conscientes del amor que recibimos de las personas que nos rodean y para saber dar ese amor a todas las personas, nos gusten o no, las conozcamos o no. Desde esta perspectiva de Humanidad compartida, cultivamos también el amor hacia nosotros mismos, conscientes de la vulnerabilidad y necesidad de afecto de todos los seres humanos. Buena práctica…