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El poder del ejemplo: los hijos hacen lo que haces, no lo que dices

El poder del ejemplo: los hijos hacen lo que haces, no lo que dices - Psyke Blog

Uno de los principios comúnmente aceptados en el complejo mundo de la educación infantil es que los hijos aprenden principalmente del ejemplo que ven en sus padres y cuidadores principales. Desde los primeros años de vida, los niños están inmersos en un proceso continuo de aprendizaje. Tienen tanto que aprender que son esponjas que absorben información de todo su entorno para adquirir sus primeras habilidades sociales y desarrollar su sentido de identidad.

Cuando hay incongruencia entre las palabras y las acciones de sus máximas referencias, los niños pueden sentir confusión, incluso desconfianza ante lo que se les está diciendo. Por ejemplo, si un padre intenta impedir que su hijo vea la televisión, pero luego pasa horas frente al televisor o el móvil, es muy probable que el hijo no asimile bien el mensaje. Evidente, ¿no?

Y no hablemos de los afectos. Aprendemos a amar a través de la interacción dinámica de nuestros padres. A partir de ahí, formamos nuestros patrones afectivos por imitación y ósmosis, y no a través de una creación consciente. Por eso preocupa la casi nula preparación que hay para tener y criar saludablemente a un hijo. Existen todo tipo de seminarios y clases de preparación al matrimonio, y en algunos casos los cursos prematrimoniales son hasta obligatorios. Con las cifras tan altas de divorcios con hijos, ¿no sería más importante invertir en enseñar a los padres lo que significa tener hijos?

Sea como sea, hay que tomar consciencia de lo crucial que es procurar ser un modelo positivo para nuestros hijos, antes de decidir traer al mundo a personitas que van a tenernos como modelos. Menuda responsabilidad. Esas criaturas serán nuestros líderes, jefes, jefas y gobernantes del mañana.

Aquí lanzo algunas estrategias clave para “meter menos la pata” a la hora de educar a nuestros hijos:

  1. Practicar la coherencia: asegurando que nuestras acciones y palabras estén alineadas con los valores y enseñanzas que se desean transmitir. Y si fallamos, admitirlo y expresarlo. Somos solo humanos.
  2. Fomentar el diálogo abierto y honesto con los hijos, en el que se pueda expresar las emociones sin miedo a ser juzgados o rechazados. Hemos de ayudar a los hijos a regular sus emociones. Para que sea efectivo, aprendamos a regularlas primero nosotros.
  3. Aprender de los errores: reconociendo que todos los cometemos y enseñándoles a utilizar las equivocaciones que puedan cometer como oportunidades para reflexionar, aprender y crecer a través de ellas. 
  4. Cultivar la empatía: tanto dentro como fuera de la familia, para que los niños aprendan a ser compasivos y considerados con los demás.
  5. Fomentar la resiliencia: enseñando a los hijos a afrontar las adversidades y los desafíos como parte de la vida, en la que coexisten las “100,000 alegrías y las 100,000 penas”, como decía Thich Nhat Hanh.

Este último punto es muy importante. Pero la necesidad de resolver, cuanto antes, nuestra propia comodidad o la pena que sentimos si los vemos sufrir, nos puede vencer.

Existe una regla de oro: “no hagas por tu hijo lo que es capaz de hacer por sí mismo”, y añado, “aunque le incomode”. Y es que la sobreprotección debilita e impide que desarrollen recursos necesarios para la vida.

La vida es maravillosa y difícil a la vez. Hemos de asumirlo como adultos, y transmitirlo a nuestros hijos para que sepan vivir una vida plena. Tomemos consciencia…

 “Si nuestros padres no se amaron ni se entendieron, ¿cómo íbamos a saber qué es el amor? La herencia más preciada que pueden dejarnos nuestros padres es la propia felicidad. Pueden dejarnos dinero, casas, tierras, pero es posible que no fueran personas felices. Si hemos tenido padres felices hemos recibido la herencia más valiosa de todas”.

Extracto de “How to Love” (Cómo Amar), de Thich Nhat Hanh.

Ilustración de Loreng Long para “Love” de Matt de la Peña.

Sugerencia – Meditación n. 11: “Cultivando al Autocompasión”.

Esta meditación nos ayuda a aprender a traernos calidez y amorosidad hacia nosotros mismos. Cuando se aplica con honestidad hacia uno mismo, produce una presencia conectada y amorosa, que amortigua los estados anímicos negativos y ensalza los positivos. Buena práctica…

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