Entender que el amor es una acción y no un concepto quizás sea lo que más nos puede ayudar a entender la complejidad de esta poderosa energía capaz de “mover montañas”, según la sabiduría popular, y asegurar la continuidad de la especie, según la evidencia científica. El amor en pareja es una tarea en sí misma que invita a la reflexión y debería obligar al estudio profundo.
Ya decía Erich Fromm en lo que muchos consideran la “biblia” del amor: “El Arte de Amar”, que hay que asemejar la práctica del amor a “la práctica de cualquier arte”… amar, pues, así visto “requiere disciplina, concentración, paciencia y preocupación suprema por el dominio de ese arte…”. Sin embargo, no se “enseña” a amar, no se explica que amar enteramente no tiene nada que ver con la frivolidad romántica que tanto daño ha hecho al amor y tantas rupturas de pareja ha generado.
Amar conscientemente supone desprenderse del velo químico distorsionado que produce la primera etapa de encandilamiento para entrar sin tapujos a descubrir la realidad de la persona que tenemos al lado. Y al indagar en el otro, nos revelamos a nosotros mismos.
Muchos expertos han tratado el misterioso amor desde diversos ámbitos.
El “Triángulo de Sternberg” acierta al aunar los tres requerimientos básicos para que pueda existir un amor afianzado y auténtico:
1) Intimidad: que fomenta la proximidad, el vínculo y la conexión a través de la complicidad y la comprensión profunda del otro.
2) Pasión: que engloba no solo la atracción sexual y la excitación psicológica y fisiológica, sino la expresión de un amplio abanico de deseos y necesidades mutuos.
3) Compromiso: que parte de la decisión de amar a una persona -generando seguridad y confianza- y del compromiso de mantener ese amor a largo plazo.
En definitiva, el buen amor supone cuido y dedicación, en cualquiera de sus formas. Dejarlo a merced del viento confiando en que se mantenga en el aire por si solo, precipita su caída…
Cultiva, cultiva…
“Amar es difícil. Que un ser humano ame a otro sea quizás la más difícil de todas nuestras tareas, la última prueba, el trabajo para el que todos los demás trabajos no son más que una simple preparación. Por eso los jóvenes, que son principiantes en todo, aún no pueden conocer el amor: tienen que aprenderlo. Con todo su ser, con todas sus fuerzas, entregados en cuerpo y alma a su corazón latiente y tímido, deben aprender a amar. Pero el tiempo de aprendizaje es siempre largo y solitario, y por eso el amor, durante un largo tiempo supone una tremenda soledad: soledad intensificada y profunda para el que de verdad ama”.
Extracto del libro “Letters to a young poet”, del poeta Rainer Maria Rilke.
Ilustración de Eiler Krag para el libro danés “An ABZ of Love” del matrimonio Inge y Sten Hegeler.
Sugerencia: “Meditación del amor y las relaciones” en www.psyke.es, esta meditación nos permite abrir nuestro corazón para ser conscientes del amor que recibimos de las personas que nos rodean y para saber dar ese amor a todas las personas, nos gusten o no, las conozcamos o no. Desde esta perspectiva de Humanidad compartida, cultivamos también el amor hacia nosotros mismos, conscientes de la vulnerabilidad y necesidad de afecto de todos los seres humanos.