Una de las prácticas más transformadoras de mindfulness no ocurre sentados sobre un cojín de meditación, sino en plena interacción con otros. La manera en que hablamos tiene un impacto directo en nuestras relaciones, en nuestro propio bienestar y en el clima emocional que generamos. Cada palabra puede convertirse en un gesto de apertura o en una forma sutil de violencia.
Existe un antiguo recordatorio, atribuido a Sócrates y también presente en tradiciones contemplativas, que nos invita a filtrar lo que decimos a través de tres preguntas: ¿Es verdad? ¿Es necesario? ¿Es amable? No son reglas rígidas, sino guías que abren la consciencia. Su poder reside en que nos obligan a detenernos y a revisar la intención que hay detrás de lo que queremos expresar, antes de lanzarlo al mundo.
Preguntarnos ¿es verdad? implica reconocer la diferencia entre hechos y opiniones. Por ejemplo, antes de hablar de alguien, pregúntate: ¿esto que voy a decir es un hecho comprobable o solo un comentario, una interpretación o un rumor? Si no estás absolutamente segura de que sea cierto, mejor no lo digas. Podrías estar difundiendo una falsedad o contribuyendo a una difamación. La verdad no solo se trata de exactitud, sino también de responsabilidad con lo que sembramos con nuestras palabras.
El segundo filtro, ¿es necesario?, nos ayuda a discernir entre lo que aporta y lo que simplemente descarga tensión. Pensemos en el trabajo: alguien comete un error y sentimos la urgencia de señalarlo al instante. Preguntarnos si es necesario nos permite decidir si hablar en ese momento añade claridad o solo mete presión. A veces lo más necesario no es la corrección inmediata, sino esperar a un momento más calmado para que la otra persona pueda escuchar sin ponerse a la defensiva.
Finalmente, ¿es amable? Aquí no hablamos de endulzar lo que decimos ni de evitar lo incómodo, sino de expresarlo sin dañar. Por ejemplo, en lugar de decir a un hijo “eres un desastre, siempre dejas todo tirado”, podemos probar con: “cuando dejas las cosas fuera de lugar, me siento abrumada; necesito más orden en casa”. La amabilidad transforma la crítica en un mensaje claro que invita a la colaboración, no al resentimiento o la crítica. Al practicar estos tres filtros no solo cuidamos la relación con los demás, sino también con nosotros mismos: descubrimos que elegir bien las palabras nos da paz interior y nos conecta con la persona que queremos ser.
Esta semana antes de responder en una conversación difícil, pasa tus palabras por estos tres filtros. Observa qué cambia cuando hablas con más verdad, con más propósito y con más amabilidad. Tal vez descubras con sorpresa que la otra persona te escucha de otra manera…
“Las palabras pueden ser ventanas o muros.
Pueden abrirnos al entendimiento o encerrarnos en la incomprensión”.
Frase del libro “Nonviolent Communication: A Language of Life” (Comunicación no violenta: Un lenguaje de vida), de Marshall Rosenberg, 1999.
Ilustración de Corinna Luyken, para su libro titulado “The Arguers”, de 2025.
Sugerencia: Meditación n. 4 – “Aquí y Ahora: Mente-Cuerpo-Mundo”
Esta meditación nos ayuda a pararnos y darnos cuenta de lo que la mente nos está contando en un momento determinado. Es un breve chequeo que nos hace conscientes de lo que estamos decidiendo, y así poder comprometernos con nuestras acciones desde nuestros valores. Buena práctica…