THERAPEUTIC REFLECTIONS FOR THE WEEK, WITH THE INTENTION OF LIVING IN THE PRESENT MOMENT AND THE ASPIRATION OF A MORE MEANINGFUL LIFE

“la adicción no es una elección, es una respuesta al dolor emocional” -Gabor Mate

El médico canadiense Gabor Mate, experto en adicciones y trauma, revela que si quieres saber el porqué de una adicción, observa los “supuestos” beneficios que produce. La mayoría alega que beber, fumar o comer en exceso les alivia la sensación de aislamiento, de desconexión: “me hace olvidar el estrés, sentirme más vivo, con más vitalidad”.

Este bienestar temporal es un “dardo envenenado” ya que la propia adicción produce culpa y vergüenza, dos emociones dolorosas de sentir que, a su vez, retroalimentan la adicción porque se necesitan más dosis para amortiguar el dolor de esa culpa y vergüenza.

Entonces, no deberíamos preguntar tanto ¿por qué la adicción?, sino mas bien ¿por qué el dolor? Está comprobado que cada adicto adulto ha sufrido adversidad y dolor en la infancia (lo que no significa que todos los que hayan sufrido de pequeños sean adictos en la adultez), solo constata la evidencia de que el dolor está en la base de toda adicción.

Siendo que “nadie elige sufrir”, el planteamiento del tratamiento de las adicciones tendría que ir a la raíz, a la causa que la originó y, desde ese dolor, basarse mucho más en el amor y la conexión, en forma de compasión y autocompasión, que en el castigo, la reprimenda punitiva y el rechazo, que solo consigue magnificar el dolor y –consecuentemente- la adicción.

Lo hemos repetido muchas veces: si el problema es el dolor emocional ¿cómo no se enseña la gestión emocional en todo el ciclo educativo? Hago hincapié en “todo el ciclo” porque hay muchos centros infantiles que lo están incorporando, pero en la adultez, esto se olvida. Si los adolescentes, en especial, y los estudiantes universitarios en particular, no tienen herramientas para afrontar los reveses del día a día, imaginad cómo afrontan, pues, desgracias mayores.

Muchos acuden al médico de cabecera que intentan aliviarles recetándoles pastillas que podrían haber evitado. Otros muchos, acuden al porro, al alcohol o a la comida (o compras, videojuegos, sexo…), buscando la gratificación inmediata que producen, a pesar de saber el bajón que tendrán después de que se haya esfumado su efecto.

Aprender técnicas meditativas como el Mindfulness que robustece la atención y la consciencia, y la auto-compasión que cultiva el amor hacia nosotros mismos cuando sufrimos, son las recomendaciones científicamente comprobadas que nos enseñan a apoyarnos en nuestra propia firmeza, fortaleciéndonos desde dentro para no necesitar tanto de elementos externos que finalmente solo consiguen una evasión transitoria y un despertar a la realidad posterior tremenda, que por otro lado, bien podría suponer el acicate que nos lleve a ponernos por fin “manos a la obra”…

“El consumo de una droga cambia la cantidad de receptores para esa droga en el cerebro, hasta tal punto que se puede observar el cerebro de una persona fallecida y determinar sus adicciones midiendo sus cambios moleculares. Esta es la razón por la que las personas se vuelven tolerantes a una droga: el cerebro llega a predecir la presencia de la droga y adapta su receptor para mantener un equilibrio estable cuando reciba la siguiente dosis. Debido a que el sistema ahora predice que habrá una cierta cantidad, se necesita más para lograr el nivel original”.

Extracto del libro: “Livewired: The Inside Story of the Ever-Changing Brain” (Cableado para la vida: la historia interna de un cerebro en constante cambio), del neurocientífico David Eagleman.
Ilustración de Jean-Pierre Weill para el libro“The Well of Being” (El Pozo del Ser), un juego de palabras en inglés de la palabra Wellbeing (Bienestar).
Sugerencia: “Cultivando la autocompasión y Pausa de compasión hacia uno mismo” en www.psyke.es, ambas meditaciones nos ayuda a aprender a traernos calidez y amorosidad hacia nosotros mismos y a tomar conciencia de cómo nos respondemos en momentos en los que nos sentimos dolidos en situaciones emocionalmente difíciles, en las que pensamos que no deberíamos sentirnos vulnerables. En estos momentos es muy importante aprender a ofrecernos cariño y consuelo con un gesto físico de afecto.