THERAPEUTIC REFLECTIONS FOR THE WEEK, WITH THE INTENTION OF LIVING IN THE PRESENT MOMENT AND THE ASPIRATION OF A MORE MEANINGFUL LIFE

¿Le pedirías al olmo que te diera una pera?

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Cuidado con lo que le pedimos a los demás. Cuando conocemos a una persona, la vemos a través de nuestro propio filtro. Así funciona la percepción. Los ojos que la observan la están mirando a través del disco duro de nuestro cerebro, que está formateado con todas las vivencias experimentadas por nosotros hasta esa fecha. De hecho, los ojos son en la realidad una minúscula parte de nuestro cerebro mismo, que asoman a través de dos orificios esculpidos en nuestro cráneo.

Es como si al proyectar una imagen sobre una pared viéramos una mancha y la intentáramos limpiar. Nos daríamos cuenta de que la mancha estaba en la misma lente del proyector, y no en la pared. El que proyecta es el que emite “su” visión, su realidad. Entonces, si lo vemos todo desde nosotros mismos, admitamos que lo que vemos no es real, sino nuestra realidad particular. Si somos exigentes: exigiremos; si somos fuertes: no entenderemos la debilidad; si somos puntuales y ordenados: criticaremos a los impuntuales y el desorden; si somos afectuosos: no comprenderemos a las personas frías, y así sucesivamente. Pregúntate en qué ambiente has crecido y en qué ambiente ha crecido la persona a la que criticas. Seguramente no tendrá nada que ver…

En situaciones de crisis estas dinámicas se intensifican. Las necesidades inmediatas y la carga emocional llevan a esperar que los demás hagan más, que sean más fuertes, más rápidos o más eficientes, porque sentimos que nosotros mismos estamos dando todo lo que tenemos. Es natural en esas circunstancias mirar a nuestro alrededor y pensar: “Si yo estoy enfrentando esto, ¿por qué los demás no hacen lo mismo?”.

Sin embargo, cada persona opera dentro de sus propios límites de capacidad física, emocional y mental. Ignorar estas diferencias puede generar frustración y desgaste en ambas partes. Esto no significa que no debamos esperar apoyo, sino que es importante distinguir entre pedir ayuda y “exigir lo imposible”. En momentos de adversidad, muchas personas sienten que sus propias reservas están al límite. El estrés, la fatiga y el miedo afectan la forma en que perciben y responden a las demandas del entorno. Reconocer esto no solo ayuda a aliviar la presión que ponemos sobre los demás, sino que también nos permite valorar más profundamente los esfuerzos, incluso pequeños, que puedan ofrecer.

Volviendo a la metáfora del olmo y las peras: ¿qué pasaría si dejáramos de exigir peras y empezáramos a valorar la sombra que ese árbol nos ofrece en medio de la tormenta? No se trata de renunciar a nuestras necesidades, sino de equilibrar nuestras expectativas con la realidad. Reflexiona: en medio de tus propios desafíos, ¿estás pidiendo más de lo que los demás pueden ofrecer por cómo tú eres?

A veces, la fortaleza no está en exigir más, sino en aceptar con gratitud lo que los demás pueden dar…

Nuestras relaciones se fortalecen cuando aceptamos que el apoyo que alguien nos brinda no siempre se verá como imaginamos. Quizás no puedan arreglar todo el desastre, pero pueden escucharnos, estar presentes o dar un gesto que nos recuerde que no estamos solos. En lugar de enfocarnos en lo que no llega, podemos aprender a apreciar lo que sí está disponible, por pequeño que parezca”.

Extracto del libro “Hardwiring Happiness” (El cerebro de la felicidad), del psiquiatra Dr. Richard Hanson.

Ilustración de Herman Hesse titulada “Easter Monday”, de 1924, dentro de la recopilación de sus pinturas para “Trees: An Anthology of Writings and Paintings”, de Volker Michels.

Sugerencia – Meditación n. 7: “Meditación Metta con uno mismo y con los demás”.

Esta meditación sirve para derribar los muros psicológicos que nos separan. Queremos fácilmente a los nuestros, los que piensan como nosotros y son afines. Y nos cuesta aceptar a los diferentes. Metta parte de la convicción que todos estamos interconectados. Todos formamos parte de lo mismo. Nos ayuda a liberarnos de la ira y el resentimiento que solo nos enferma a nosotros. En momentos de crisis como la que estamos viviendo, a veces enviar palabras de buenas intenciones es lo único que podemos hacer. Vale la pena intentarlo.  Buena práctica…