THERAPEUTIC REFLECTIONS FOR THE WEEK, WITH THE INTENTION OF LIVING IN THE PRESENT MOMENT AND THE ASPIRATION OF A MORE MEANINGFUL LIFE

“no puedes esperar que alguien que te ama te trate con menos crueldad de lo que se trata a sí mismo” –Hannah Ardendt

Esta reflexión de la sabia Arendt funciona también de variadas formas: si nosotros mismos nos tratamos mal, no vamos a notar la diferencia cuando otra persona lo haga. Somos el punto de partida de todo, como si fuéramos una antena “todo-en-una” que establece el baremo de medición con todo nuestro entorno, en el que las conexiones interpersonales son cruciales.

Nos relacionamos con los demás según nos relacionamos con nosotros mismos. Si yo me desprecio, despreciaré, si no me respeto, no sabré respetar a los demás, y así, sucesivamente. De ahí la ceguera de la persona que admite el maltrato por parte de sus amistades o parejas. En la mayoría de ocasiones no es consciente porque ya lo hace consigo mismo desde siempre, por eso cuesta tanto darse cuenta.

Si elevamos nuestro respeto y estima propia a través de un trabajo consciente, es posible que cambie nuestra perspectiva y detectemos relaciones que no nos sientan bien y nos dañan. La cuestión es que hay que ir a la base: si queremos a los demás esperando que nos traten con el cariño que anhelamos, empecemos a hacerlo primero nosotros. Solo así podremos dar fin a tantas relaciones dolorosas que excusamos una y otra vez, con la esperanza de que sus disculpas y promesas de cambio se cumplan.

Dejar ir este tipo de relaciones supone uno de los retos más difíciles de la vida, en gran parte porque las iniciamos en situaciones en las que aun estábamos enraizados en estilos de apego poco saludables de nuestra infancia. Por eso mantenemos el optimismo propio de un niño inocente que espera que su cuidador (en este caso su amigo/a o pareja) no le siga haciendo daño, no le siga despreciando, cuando la realidad demuestra que continúa haciéndolo.

Dar fin a una relación dañina con dignidad, mindfulness y madurez emocional requiere todo un master. La gran paradoja es que acabamos con un corazón partido a causa de una relación con otra persona que, a su vez, no fue capaz de curar el suyo.

Recordad: “Solo las personas dañadas hacen daño”

Si descubres que lo estás, no te demores en sanarlo cuanto antes…

“El amor y el odio son los sentimientos elementales con los que aprehendemos el mundo; y son interdependientes en el sentido de que no se puede tener uno sin el otro. Se informan mutuamente. La forma en que odiamos a las personas depende de cómo las amamos. Estos sentimientos contradictorios entran en todo lo que hacemos. Somos ambivalentes, según Freud, sobre cualquier cosa; Donde hay devoción siempre hay protesta… donde hay confianza hay sospecha.
Quizás nos cuesta imaginar una vida en la que no pasemos mucho tiempo criticando a los demás y a nosotros mismos; pero debemos tener presente que el amor propio siempre está en juego.”

Extracto del ensayo “Against Self-Criticism”, del psicoanalista inglés Adam Phillips, publicado en “Unforbidden Pleasures”.
Ilustración de Maurice Sendak para el libro“Let’s be enemies” de Janice May Udry.
Sugerencia: “Meditación del amor y las relaciones” en www.psyke.es, esta meditación nos permite abrir nuestro corazón para ser conscientes del amor que recibimos de las personas que nos rodean y para saber dar ese amor a todas las personas, nos gusten o no, las conozcamos o no. Desde esta perspectiva de Humanidad compartida, cultivamos también el amor hacia nosotros mismos, conscientes de la vulnerabilidad y necesidad de afecto de todos los seres humanos.