Ahora parece que el mindfulness está en todas partes. Te lo venden como si fuera una varita mágica que arregla desde el insomnio hasta la ansiedad, pasando por el estrés laboral y hasta las discusiones de pareja. Siendo cierto que la mejoría es palpable en muchos de estos casos, para que funcione de verdad se ha de comprender a nivel neurocientífico y conocer a fondo sus fundamentos.
El mindfulness no funciona por escuchar un par de audios, ni por hacer una respiración entre reunión y reunión mientras seguimos corriendo en piloto automático. Funciona cuando le dedicamos presencia real, constancia y disciplina. Sí, disciplina. Palabra incómoda en un mundo que quiere resultados inmediatos. Pero sin ella, lo que tenemos es una caricatura de mindfulness: un parche momentáneo, no un camino de crecimiento.
Pero claro, la tentación es grande: ¿a quién no le gustaría una píldora mental que lo resuelva todo sin esfuerzo? Como bien señala el Dr. Miles Neale, esa forma de empaquetarlo es más marketing que verdad. Él mismo acuñó el término McMindfulness para describir ese consumo rápido, superficial y desnutrido de algo que, en esencia, es profundo, serio y transformador.
La mayoría de personas llegan a mis cursos por recomendación de algún amigo o familiar que lo ha hecho. La frase que más escucho es “yo no puedo meditar”, porque no comprenden bien lo que están haciendo. Se han descargado una app, intentan seguir las instrucciones y se desesperan. Mejor dicho, la mente les desespera y les convence de que la meditación no les sirve. Entrar en este mundo con el pie equivocado puede impedir que descubran el potencial real de la práctica.
Con mindfulness ni se pone “la mente en blanco” ni se siente bienestar en cada sesión. Al observar nuestra mente, aprendemos cómo funciona, entrenamos la atención y aprendemos a convivir con lo que aparece momento a momento: a veces calma, a veces inquietud y a veces aburrimiento. Y ese es justamente el mayor regalo: aprender a sostenernos en lo incómodo sin huir, a aceptar lo que se nos presenta –tantas veces desagradable– y saber virar la mirada hacia lo que también existe en nuestras vidas que tanto nos gusta.
Por eso, ahora que se acerca el Día Internacional del Mindfulness, el 11 de septiembre, mi invitación es a revisar cómo nos estamos relacionando con esta práctica. ¿La estamos usando como un calmante exprés, o como un camino de autoconocimiento y transformación?
“La meditación no es una píldora para la calma; es un laboratorio donde vemos de frente nuestra mente y cultivamos nuevas formas de estar en el mundo”.
Frase del Dr. Miles Neale extraída del podcast “Buda at the Gas Pump”, dirigido por Rick Archer.
Ilustración de Maurice Sendak, para “The Big Green Book”, de Robert Graves. 2018.
Sugerencia: Meditación n.1 – “Meditación de la Respiración”.
La respiración es el ancla más sencilla y a la vez más poderosa en la práctica de mindfulness. Está siempre disponible, no requiere nada externo y nos conecta con el momento presente de forma directa. Activa el sistema nervioso parasimpático, regulando el estrés y favoreciendo estados de calma y claridad mental. Buena práctica…