Hay niños que parecen fáciles. Obedecen sin discutir, no levantan la voz, se anticipan a lo que se espera de ellos. Padres y profesores suelen decir que son “un encanto”, porque son dominables. Muchas veces esa calma aparente encierra una desconexión profunda: la de un niño que ha aprendido que para ser querido debe ocultar sus propios deseos.
En un desarrollo saludable, el objetivo no es que los hijos obedezcan siempre, sino que aprendan a pensar y decidir por sí mismos sintiéndose seguros y queridos. Cuando un niño no se atreve a decir “no”, no es porque haya aprendido mejor, sino porque tiene miedo: miedo a decepcionar, miedo a perder el amor, miedo a ser él mismo. La obediencia sin criterio no es señal de madurez, sino de temor. Detrás de un “niño ejemplar” puede esconderse alguien que ha dejado de escuchar su propia voz para no molestar a los demás.
¿Y en la adultez esa criatura podrá decir que “no” con libertad? Reflexiona…
Los límites son esenciales, sí, pero su propósito no es domesticar, sino enseñar a elegir. Criar con consciencia implica ofrecer contención sin anular la exploración. Cuando un niño interioriza que puede llevar la contraria sin perder el amor, aprende el valor más importante de todos: la seguridad de poder ser auténtico.
En la práctica, esto significa dejar espacio para que el niño experimente frustración, tome pequeñas decisiones y se equivoque. Significa resistir la tentación de sobreproteger o de premiar solo la docilidad. Y es que la verdadera salud psicológica surge de actuar guiados por los propios valores, no por el miedo al castigo o a la desaprobación. Criar hijos con valores firmes y pensamiento crítico implica enseñarles a estar presentes, a discernir, a sostener la incomodidad de defender lo que creen justo. La obligación de los padres o cuidadores principales es preparar a sus hijos para vivir en sociedad, donde hay de todo: trepas y aprovechados, y bondad y amor sincero…
Un niño obediente puede ser tranquilo, pero un niño con criterio será libre. Nuestro papel no es moldear pequeñas versiones de lo que esperamos, sino acompañarles mientras aprenden quiénes son. En esa tensión entre el límite y la exploración, entre el “no puedes” y el “confío en ti”, se construye la verdadera resiliencia.
La próxima vez que te sientas tentado a elogiar la obediencia ciega, recuerda que también es una forma de silencio. Educar con consciencia no es criar hijos sumisos, sino seres humanos que aprendan a pensar, a sentir y a decir su verdad sin miedo. Que sepan poner límites, defender lo que creen justo y también pedir ayuda cuando lo necesiten. Porque la verdadera educación no busca formar niños perfectos, sino adultos libres, compasivos y fieles a sí mismos.
La clave no está en controlar a nuestros hijos, sino en acompañarlos con presencia, ayudándoles a integrar su mundo interior y el del otro.
Cita de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson, de su libro “The Power of Showing Up” (2020)
Ilustración de Sophie Blackall para su libro “The Baby Tree”, de 2014.
Sugerencia: Meditación n. 19 – “Meditación de Amor y Energía Vital”.
Esta meditación comienza por dar y traernos amor y compasión hacia nosotros y hacia los demás, como una forma de abrir un espacio de seguridad a la meditación posterior que tiene la intención de conectar con nuestra energía vital. Es una meditación regeneradora y muy potente para activar nuestra frecuencia energética. Buena práctica…