La mente con su insistente runrún, que no nos deja ni a sol ni a sombra, es la “causa”, el origen y la responsable directa de los “efectos” tan devastadores que brotan como setas venenosas en nuestro cuerpo (insomnio, ansiedad, dermatitis, dolores musculares…), por no saber cómo librarnos de su historia repetitiva y cansina.
La mente pegajosa se engancha a aquello que recuerda dañino y no lo suelta a propósito, creyendo que así evitará que vuelva a ocurrir. Evolutivamente tiene su sentido. Si pasamos por una esquina y nos pica una serpiente, la adrenalina del susto hace que el cerebro lo guarde en la memoria para que no volvamos a pasar por lugares parecidos tan peligrosos. Siguiendo el mismo circuito, las situaciones emocionalmente dolorosas se acumulan en nuestro “disco duro” mental para protegernos. Podemos ir cargando con ellas años y años, ensanchando cada vez más nuestros miedos y estrechando también, por desgracia, nuestras vivencias y experiencias de vida.
Las heridas del pasado son como prisiones invisibles que acaban por pesarnos cual roca atada a la espalda, impidiéndonos la ligereza necesaria para emprender nuevas experiencias enriquecedoras. Soltarlas requiere mucho coraje, pues inconscientemente “queremos” mantenerlas porque nos dan la razón y justifican nuestra biografía desdichada. Permanecemos así inmóviles. Y es que los estragos del victimismo son inconmensurables.
Si nos diéramos cuenta de las historias que nos cuenta la mente sobre lo que los demás nos han hecho, sobre cómo debería ser tal o cual persona o sobre cómo deberíamos ser nosotros mismos y no somos, nos daríamos cuenta también de nuestro enganche con el drama y las somatizaciones (manifestaciones visibles en nuestro cuerpo) que produce la retroalimentación que generamos al engancharnos a esas historias.
El amor -nuestra energía más poderosa- nos libera del resentimiento, la amargura y la rabia. Emociones hostiles que nos arrastran y estiran hacia abajo, cuando lo que nos hace falta es volar hacia arriba, hacia la vida que todavía podemos vivir. Entregar nuestro poder al dolor del pasado es negar nuestro futuro y, especialmente nuestro presente, nuestro “ahora mismo”.
Démonos cuenta de la paradoja. El mismo maltrato del que estamos culpando a nuestros padres, amigos, parejas, colegas… Si no aprendemos a soltar, lo estamos repitiendo con nosotros mismos…
“¿Qué tienen en común las personas tristes? Parece que han construido un santuario sobre el pasado. Acuden allí a hacer extraños gemidos y adoraciones. ¿Dónde comienza la felicidad? En el momento en el que dejan de ser así de devotos…”
Texto del poeta persa Hafiz (Mohammed Shams od-Din)
Ilustración de Margaret Cook para una edición especial de “Leaves of Grass” (Hojas de Hierba) de Walt Whitman (1913).
Sugerencia: Meditación n. 5 – “Meditación Conscientes de Ser Conscientes”.
Esta meditación nos ayuda a aprender a estar con todo lo que nos sucede dentro de nuestro cuerpo y fuera de nuestro cuerpo, con amabilidad, apertura y aceptación, como observadores imparciales de la experiencia, sin etiquetar y sin contarnos historias sobre lo que experimentemos. Buena práctica…