Cuando conocemos a alguien, tanto si es para formar pareja, una nueva amistad, o cualquier tipo de vínculo íntimo, nos solemos enfocar más en lo que necesitamos del otro que en nuestras propias carencias. Y lo mismo ocurre a la inversa: la persona que tenemos delante tiene sus propias carencias que espera -de algún modo- suplir con sus relaciones. Carencias y necesidades parecen lo mismo, pero son profundamente diferentes.
Las necesidades son deseos conscientes de lo que nos gustaría recibir de los demás para sentirnos a gusto y acogidos, como la necesidad de afecto, de compañía y de complicidad. Las carencias, en cambio, son huecos emocionales más profundos, que a veces no somos ni siquiera capaces de identificar. El problema es que si no somos conscientes de nuestras carencias, podemos relacionarnos con los demás buscando que las llenen, incluso enfadarnos si no lo hacen. Por eso es fundamental conocerse a uno mismo y también conocer bien a la persona con la que nos estamos relacionando, para evitar caer en dependencias emocionales, en las que esperamos que el otro cubra un vacío interno que solo se puede llenar desde dentro.
Por ejemplo, si desde pequeños nos tildaban de poco inteligentes con frases como “y tu qué sabrás” o “siempre dices tonterías”, podemos crecer sintiendo que esa parte de nosotros no existe. El espejo que nos devuelve nuestra crianza es así de potente. Si después, de mayores, nos encontramos con una persona que valora nuestra inteligencia, nos vamos a sentir inmediatamente atraídos, no porque haya satisfecho nuestras necesidades emocionales, sino porque al reconocernos como inteligentes, está llenando una carencia profunda que nunca habíamos sanado. Es como si buscáramos inconscientemente a alguien que “supla” una parte de nosotros que se siente incompleta.
Es lo que el psicólogo y escritor Scott Barry Kaufman llama “la trampa de la proyección”, en la que nuestra unión con el otro está más influenciada por nuestras propias carencias no resueltas que por una conexión genuina basada en necesidades emocionales compartidas. Por eso el autoconocimiento y el conocimiento del otro es la clave para establecer relaciones auténticas y saludables. La conocida frase “dime de lo que careces y te diré quién eres”, del neurocientífico Antonio Damasio, da en el clavo. Refleja la idea de que nuestras carencias emocionales y psicológicas son una parte fundamental de nuestra identidad. Lo que nos falta -o lo que sentimos que nos falta- puede darnos pistas sobre nuestras motivaciones, deseos y, lo que es todavía más importante, sobre quiénes somos.
No conocer nuestras carencias puede llevarnos a relaciones desequilibradas porque nuestra atracción hacia el otro no es por sus cualidades genuinas, sino porque en ese momento creemos que nos está dando algo que requerimos desesperadamente, lo que nos hace más propensos a enamorarnos de una imagen idealizada del otro, que no siempre se corresponde con la realidad. Y de ahí las tremendas decepciones.
Pregúntate: ¿Qué carencias emocionales llevo dentro?
Si somos realmente honestos, podemos empezar a trabajar esas áreas de nuestra vida y dejar de buscar en los demás lo que realmente debemos encontrar dentro de nosotros. Este proceso no solo fortalece nuestra autoestima, sino que nos permitirá construir relaciones más equilibradas y satisfactorias.
“El primer paso hacia una relación sana es conocer las partes de ti que necesitan ser sanadas, no las expectativas que tienes de los demás. Solo cuando eres capaz de sanar tus propias carencias, podrás construir una relación basada en el respeto mutuo, el amor y la autenticidad.”
Cita de Scott Barry Kaufman, de su libro “Trascender: La nueva ciencia de auto-realización” (“Transcend: The New Science of Self-Actualization”), de 2020.
Ilustración de Pepita Sandwich, para su libro “The Art of Crying. The Healing Power of Tears” (El arte de llorar. El poder sanador de las lágrimas), 2024.
Sugerencia: Meditación n. 5: “Conscientes de ser conscientes”.
Esta meditación nos ayuda a hacer consciente lo inconsciente, abriendo un espacio de observación a todo lo que está ocurriendo dentro de nosotros y fuera de nosotros. Sin intentar cambiar nada. Simplemente siendo testigos imparciales de la experiencia, con amabilidad, apertura y aceptación. Es una buena práctica de autoconocimiento que nos ayuda a vivir la vida de manera consciente. Buena práctica…