Hace años el padre lo tenía muy claro. Le gustara o no, se le consideraba el principal proveedor de la economía familiar, con toda la carga y responsabilidad que tocaba. La figura del “padre ausente”, tan común en la queja de los hijos de esa generación, se debía en gran parte a esta obligación impuesta. La mujer, por otro lado, también tenía asumido que -si tenían hijos- se encargaría ella de criarlos y educarlos, dejando su carrera y su profesión relegadas a un segundo plano.
La situación dio un vuelco total hace años. La mujer reclamaba su derecho a trabajar y el padre el de pasar más tiempo con sus hijos. Si añadimos la demanda de igualdad y la cantidad de cambios en las uniones formadas por distintos géneros, no es de extrañar que la figura del padre se pierda en medio de tanta confusión de expectativas y roles.
Todo es un nuevo aprendizaje: el padre ya no debe ejercer el papel autoritario de antaño, porque ha de aprender a regular y expresar sus emociones para poder ayudar a sus hijos a aprender a regular las suyas; ha de aceptar que muchas veces (aunque todavía pocas) su pareja tiene mayores ingresos y el que ha de ocuparse de las “urgencias” escolares o médicas es él; ha de aprender a consolar las dificultades que traen sus hijos a casa con la misma ternura con la que lo haría una madre.
Estos cambios, positivos en muchos aspectos, pueden generar desafíos para los padres de hoy que quizás no hayan podido aprender de sus propios padres, obligados a mantener un papel más distante y menos emocional. Si deciden afrontarlo de cara, les puede beneficiar enormemente a ellos mismos y a sus descendientes. La investigación demuestra que la influencia del amor de padre en el desarrollo de sus hijos es tan grande como la influencia del amor de madre.
Entonces, ¿cómo pueden los padres convertirse en figuras parentales sólidas en medio de tanta confusión de roles y expectativas?
- Flexibilidad: en lugar de aferrarse a roles antiguos, los padres deben compartir responsabilidades domésticas y de crianza de manera equitativa con la pareja. Si lo hacen ambos padres, lo estarán fomentando en sus propios hijos, que aprenden más del ejemplo que de las palabras.
- Comunicación: hay que aprender a hablar abierta y honestamente tanto con la pareja, como con los hijos. Lo que supone negociar los roles y responsabilidades de manera colaborativa, así como abordar cualquier conflicto o preocupación que pueda surgir en el proceso.
- Apoyo mutuo: deben reconocer y valorar las contribuciones de cada uno, así como brindarse apoyo emocional y práctico en momentos de estrés o dificultad.
- Priorizar tiempo de calidad: estar presente de manera plena y comprometida (sin dispositivos digitales) durante el tiempo que se les dedica, fomentando así un vínculo fuerte y una conexión emocional profunda.
La clave está en cultivar una mentalidad de apertura y adaptación constante, reconociendo que la paternidad es una empresa en evolución que requiere amor, paciencia y compromiso continuo.
Ilustración de Boris Kulikov para “Six Dots: A Story of Young Louis Braille” de Jen Bryant.
Sugerencia – Meditación n. 18: La “Meditación de Amor y de Relaciones”
Esta meditación permite abrir nuestro corazón para ser conscientes del amor que recibimos de las personas que nos rodean y para saber dar ese amor a todas las personas, cultivando también el amor hacia nosotros mismos, conscientes de la vulnerabilidad y necesidad de afecto de todos los seres humanos. Buena práctica…