Trae a la mente alguna situación o persona que te esté molestando. Fíjate en lo que surge en tu mente y aparecerá enseguida algún “debería” en tu línea de pensamiento: “no debería haberme dicho eso”, o “no debería haber intervenido así” o, peor, cuando se lo dices a la cara a alguien “no deberías haber hecho eso”. Observa que ese “debería” lo estamos sobreponiendo a la realidad de lo que ya ha ocurrido.
Y la realidad existe independientemente de nuestras reglas, moviéndose libremente a pesar de las órdenes que intentamos imponerle. Conocemos a las personas en el conflicto, no cuando todo es color de rosa. Y también nos conocemos a nosotros mismos cuando reaccionamos o afrontamos alguna trifulca. Por eso, rememora de nuevo la relación o situación que te ha molestado, observa de cerca tu “debería” y pregúntate si las reglas y mandatos que crees tan imperativos, lo son para los demás. Seguramente no.
Usamos los “debería” con los demás para intentar mantener a raya el dolor que nos produce que alguien no sea capaz de ver las cosas como nosotros las vemos. Y sabemos que eso es imposible. Si ponemos atención, nos daremos cuenta de que muchas veces estamos actuando de justicieros con los demás, subiéndonos a un pedestal de rectitud y rigor que, si somos capaces de mirarnos bien adentro, no somos capaces de mantener de pie en otros ámbitos de nuestra vida. Lo evidente es que, si hubiéramos nacido en el entorno y el contexto de la otra persona, nuestra perspectiva sería completamente distinta.
Si hubieras nacido esa persona, estarías haciendo tú, ahora mismo, lo que tanto detestas…
Si nos ponemos “detrás de sus ojos” al menos lo comprenderemos, aunque nos parezca injusto y nos alejemos. Pero nos daremos cuenta de la realidad con mayúsculas: nadie cae de un árbol, y nadie nace bebé deseando hacer el mal. Es muy fácil, cómodo y liberador juzgar a los demás. Deja a los demás en paz y dedícate a ti mismo, y a cómo puedes ser tu mejor versión (que nunca puede ser el ser perfecto) y transmitir tus hallazgos a tu alrededor.
“La aceptación incondicional y la empatía son esenciales para un crecimiento auténtico. Utilizar ‘deberías’ de manera arrogante impone juicios y limita la autenticidad. En cambio, cultivemos la comprensión y el respeto mutuo para fomentar un ambiente propicio para el cambio personal”.
Extracto del libro titulado “El proceso de convertirse en persona” del psicólogo humanista Carl Rogers.
Ilustración del artista Alexis Deacon para su libro “Beegu”.
Sugerencia: Meditación n. 7 – “Meditación Metta con Uno mismo y con los Demás”.
Esta meditación sirve para desarrollar la autoestima sincera y el respeto hacia uno mismo y los demás incondicionalmente, y para no proyectar en los demás nuestros problemas. También ayuda a comprender cómo los demás pueden tener su propio punto de vista y sufrimiento que muchas veces proyectan sobre nosotros. Por eso es el antídoto a la envidia, la ira, la vergüenza, y el aislamiento. Buena práctica…