Aunque seas tú la persona que ha decidido cortar porque ya no soportas más las salidas de tono de tu pareja -en el caso de que sea una Persona Emocionalmente Inmadura (PEI)-, separarte física y emocionalmente de quien ha sido tu vínculo durante un tiempo va a hacer estragos en tu mente y en tu cuerpo. Al principio de romper es posible que sientas alivio, pero poco a poco irán apareciendo emociones dolorosas. Cuanto más tiempo y más intensa haya sido esa relación, habrá más dolor. Un duelo ha de “doler”, de ahí su nombre.
Cuando se corta una relación significativa, se experimentan diversas etapas de duelo similares a las que se sufren ante el fallecimiento de un ser querido. Estas etapas incluyen la negación, la ira, la negociación, la depresión y, finalmente, la aceptación. Es esencial permitirnos sentir y atravesar estas etapas sin pretender acelerar el proceso. La negación es la respuesta al “shock” de incredulidad ante la ruptura. Frases por parte de la persona “dejada” como “esto no puede ser” o “esto no está pasando”, son necesarias para detener la realidad tan difícil de digerir de golpe y dosificárnosla en pequeños trozos. La rabia seguirá con toda su fuerza arrebatadora, desplazando el dolor hacia la persona causante de la pérdida. Puedes creer que odias a la persona que te ha dejado -incluso a la persona a la que dejas- pero es una forma más llevadera de justificar tu dolor que la tristeza. La negociación llega cuando la mente busca desesperadamente evitar la pérdida definitiva: prometiendo cambios, incluso sucumbiendo a lo que sea para recuperar la relación. Esta etapa es crucial para entender que la relación, tal como era, ya no puede continuar.
Después de la negociación, llega la depresión, esa tristeza que parece perpetuarse y que crees nunca va a cesar. Aquí la realidad de la pérdida se instala profundamente en tu ser. Puede que sientas una sensación de vacío y desesperanza. Es posible que te aísles y te sientas incapaz de encontrar placer en actividades que antes disfrutabas. Esta etapa dolorosa es un paso necesario hacia la sanación. Te permite confrontar tus emociones y aceptar la magnitud de tu pérdida.
Finalmente alcanzamos la aceptación, el entendimiento y la reconciliación con la realidad. Aceptar no significa que la herida desaparezca, sino que has encontrado una manera de vivir con ella. A veces es hasta sorpresivo. Después de meses de mucho dolor, un día te parece raro no sentirlo, lo que evidencia que has integrado la experiencia en tu vida. Cuando somos capaces de recordar los momentos felices de la relación sin sentir dolor, hemos iniciado el camino de sanar la herida.
Es crucial respetar el proceso de cada persona. Las etapas no son lineales y es normal ir saltando de una a otra. No hay tiempos establecidos. La clave es permitirte sentir cada emoción plenamente y buscar apoyo cuando lo necesites. Hablar con amigos, familiares o un psicoterapeuta puede ser de gran ayuda para navegar por este proceso. Como dijo Elisabeth Kübler-Ross: “Las emociones no se pueden enterrar; se deben procesar, y es en ese procesamiento donde encontramos la curación”.
Terminar una relación dañina es un acto de valentía y autocuidado. Pero hay que ser conscientes de que cortar no lo cura todo. Aunque pongas kilómetros por medio, te puede seguir atrayendo el mismo tipo de persona. Si no has aprendido a conocerte y saber de dónde procede tu forma de relacionarte en pareja, es posible que se vuelva a repetir el patrón. ¿Cómo es posible? Lo veremos en el siguiente artículo…
“La negación nos ayuda a sobrevivir a la pérdida. La ira es una etapa necesaria del proceso de curación. Tenemos que estar dispuestos a sentir la ira, aunque parezca interminable. Cuanta más genuina sea la aceptación de las emociones durante el duelo, más sanadora será la experiencia”.
Extracto de Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suizo-estadounidense, para su libro “On Death and Dying” (“Sobre la muerte y los moribundos”), de 1969.
Ilustración de Dasha Tolstikova para su libro “A Year without Mom”. 2015.
Sugerencia: Meditación n. 9 – “Soltar situaciones difíciles”.
Esta meditación sirve para desarrollar la consciencia de nuestros enganches, para aprender a liberarnos de apegos, relaciones y aversiones que nos llevan a resistirnos a aceptar la realidad, tal como es. Buena práctica…