REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

“Sabemos que vivimos en la contradicción, pero también sabemos que hemos de rechazarla y hacer todo lo posible para reducirla”. –Albert Camus

Una de las contradicciones más dañinas y desgarradoras para el ser humano es que anhela la grandeza y reconocimiento externo, a la vez que rechaza y duda constantemente de sí mismo.

Cuanto más se esfuerza por mantener “el nivel” de lo que piensa se espera de él o considera como valores necesarios para no solo ser aceptado, sino admirado socialmente, más se distancia de su esencia y, por tanto, de sí mismo.

En este sentido, a mayor dicotomía, mayor rechazo sentimos hacia nuestro verdadero yo. Sin saberlo, vamos fomentando la aparición de los temidos y disociados Jekyll y Hyde; el yo social y el yo recluido, que en psicología se denomina el “síndrome del impostor”.

Este trastorno es mucho más común y doloroso de lo que parece. Es el causante de depresión, ansiedad y suicidios. No se debe tomar en vano. Nuestra sociedad, a través de las nuevas tecnologías “happy” lo fomenta y lo convierte en una de las nuevas lacras psicológicas.

Hay tres modalidades:
1- Sentirse un “fraude” (palabra literal expresada por los que lo sufren): creen no merecer el éxito que tienen. Están convencidos de que han “engañado” a las personas que lo han contratado (profesionalmente) o con quienes se han unido (personalmente) y que algún día los descubrirán.
2- Consideran que su éxito se debe a la suerte: al cariño y apoyo que han recibido por alguien en concreto que lo han aupado, o una especie de “lotería”, de estar en el sitio adecuado en el momento oportuno.
3- Lo que les ha traído el éxito no es para tanto: pues lo que hacen es “muy fácil” de hacer y “no requiere gran esfuerzo”. Consideran que se les reconoce “demasiado” por algo tan sencillo.
En cualquiera de los casos, los que se consideran “impostores” sufren una barbaridad porque creen que tienen que estar todo el tiempo corroborando su labrada “farsa”. En este cometido no se permiten ninguna tregua, con lo cual acaban por creerse tanto el rol, que ante los demás se muestran tan “perfectos” que cuando llegan a su casa, son capaces de las mayores de las calamidades.
Son carne de miserias y esfuerzos inhumanos tristemente trágicos, pues acaban viviendo un auténtico infierno en la tierra.

La toma de conciencia es la única salida posible para volver al carril de la autenticidad y retomar las riendas de su vida…
“Antes la verdad que la paz”, decía Unamuno

“Mi amigo, yo no soy lo que parece. La apariencia es tan solo una vestimenta que me he puesto –una indumentaria cuidadosamente tejida que me protege ante tus interrogatorios y mi negligencia- El “yo” en mí, amigo mío, habita en la casa del silencio, y ahí permanecerá, desapercibido e inaccesible”.

Extracto del libro “The madman: his parables and poems” recopilación de parábolas y poemas de Kahlil Gibran
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