Imagina que alguien se acerca a ti y te quiere entregar una bandeja en la que se lee “eres idiota”. Si la coges está claro quién es el idiota. Pero ¿y si no la coges? El idiota es el que se queda con la bandeja. Este ejemplo lo utilizo mucho en mis clases para que se comprenda que el que tiene la necesidad de insultar es el que tiene el problema. Y seguramente te estará increpando porque no entiende tu comportamiento y posiblemente no soporte que no actúes según sus cánones.
Por supuesto estamos hablando de reproches comunes, excluimos en este artículo cualquier tipo de maltrato psicológico. De las personas que te sueltan zascas habituales, mejor apartarse. Pero antes de que te puedan hacer daño, comprende que las que están “mal” son ellas. Si tú reaccionas y contestas, está claro que te ha contagiado porque algo llevas dentro que te resuena y te duele.
Algunas personas más jóvenes que leen estas líneas quizá no recuerden el chiste —que es filosofía pura— en el que uno le pregunta al otro: «¿Y tú de qué estás gordo?» Y el otro responde: «pues de no discutir». Entonces el primero le dice: «Hombre, no será por eso», y el otro contesta: «Pues no será por eso», y se queda tan pancho. Es importante saber que si hubiera reaccionado, sería porque tiene complejo de gordo y le hubiera sacado de sus casillas que se lo dijeran. Solo puedes no contraatacar si conoces tus debilidades.
Y es que muchas veces nos olvidamos de algo fundamental: lo que los demás dicen de ti, en realidad, habla más de ellos que de ti. Sus críticas, sus bromas pesadas, sus comentarios disfrazados de humor, suelen ser un reflejo de sus inseguridades, de su manera de entender el mundo. No tienen por qué convertirse en tu verdad. Tú decides si las recoges o si las dejas pasar de largo.
No contestar, no engancharte, no entrar al trapo…no es debilidad. Al contrario: es poder. Es elegir no darle al otro el mando de tu estado de ánimo. Cuando alguien insiste en provocarte, y tú no entras en su juego, lo dejas solo con su propio enfado, predicando en el desierto. Y créeme, pocas cosas desconciertan más que eso.
Considéralo como en un baile: para que haya danza, tienen que bailar dos. Si tú te quedas quieto, no hay baile posible. No es que “pierdas”, es que no juegas a su juego. Y eso te coloca en un lugar de mucha más libertad y tranquilidad.
La próxima vez que te lancen un reproche, ¿lo recogerás o lo dejarás en manos de quien lo soltó?
Lo que otros proyectan sobre ti no define quién eres. Habla de ellos, de sus miedos y sus límites. La verdadera fortaleza está en no confundir su historia con la tuya.
Cita de Esther Perel, de su artículo “Letters From Esther: Appreciating Otherness in Relationships”, en el que implica que las percepciones y juicios ajenos deben ser reconocidos como parte de su visión del mundo, no como una verdad absoluta sobre nosotros.
Ilustración de Corinna Luyken para su libro “The Arguers” (los discutidores), de 2025.
Sugerencia: Meditación n. 5 – “Monitoreo abierto: Conscientes de ser conscientes”
Esta meditación nos ayuda a darnos cuenta de todo lo que ocurre dentro de nosotros, en forma de sensaciones físicas, pensamientos y emociones, que nadie ve y que nos esclavizan, impidiendo llevar la vida que valoramos. También nos ayuda a exponernos a lo que ocurre fuera de nosotros minimizando respuestas reactivas. La toma de consciencia ya de por sí es curativa. Buena práctica…