“Mindfulness Day” comenzó a celebrarse en 2011, a propuesta de una editorial ubicada en Boston (Wisdom Publications), que expande esta sabiduría a través de sus publicaciones. Aunque todos los días deberían ser “mindful”, es gratificante ver que cada vez hay más reconocimiento y acogimiento de este entrenamiento preventivo y sanador por parte del público.
A diferencia de cuando celebramos el Día de la Madre, o del Padre o de San Valentín, este Día no necesita entrar en los centros comerciales, se puede practicar tanto en silencio como en medio del ruido más estruendoso (hacen meditaciones públicas en el metro de Londres). Puedes incluso experimentarlo ahora mismo simplemente haciéndote consciente de cómo tus pensamientos vienen y van mientras anclas tu atención a tu respiración.
Al ir domando nuestra mente, conseguimos contemplarla como una especie de radio que está permanente encendida y a la que solo hacemos caso cuando emite algo que nos interese de verdad. Por ejemplo: la radio habla de Rajoy, o de Podemos, o del fútbol y de pronto oyes “Denia” y te paras y la escuchas porque quieres ir este fin de semana y necesitas saber si va a llover. Cuando acaba la noticia, dejas a la radio a su bola y tú vuelves a poner tu atención en lo que estás haciendo con los cinco sentidos. ¿Por qué? porque estando en el presente estamos más felices que en nuestra mente que sesga un 80% de su producción musical hacia lo negativo.
Acabamos por reflejar solo lo que está ocurriendo en el momento presente exactamente como está ocurriendo, sin tomar partido, como testigos imparciales. Observamos sin juzgar, sin criticar. Y si lo hacemos, automáticamente nos damos cuenta. Disminuye así el enjuiciamiento y aumenta el buen juicio, el discernimiento sabio. El que medita es como un científico observando un objeto bajo el microscopio sin expectativas previas, viendo el objeto tal cual es, y desde esta posición ecuánime también observa su mundo mental y emocional (se llama interocepción).
Es casi imposible no identificarse con lo que estás sintiendo si no percibimos antes nuestros estados mentales, sobre todo los desagradables. No puedes examinarlos plenamente sin haberlos aceptado antes. Si estamos sintiendo miedo, hemos de aceptar el hecho de que tenemos miedo, o rabia, o frustración. Si no, malgastaremos nuestra energía intentando rechazar lo que aparezca cuando ya ha surgido dentro de ti.
El error es pensar que esto te puede volver impasible. Todo lo contrario. Te lleva a estar con lo que hay tanto dentro de ti, como fuera de ti, tal cual es. Al Dalai Lama le preguntaron una vez ¿Pero Ud. no se enfada nunca? Y contestó “claro que me enfado, lo que no me enfado es con el enfado”. No hay orgullo ni vergüenza por sentir lo que sentimos porque está preinserto en nuestro organismo. El cambio radica en que podemos elegir no reaccionar a ello, que solo es posible con una mente en calma. Y, aunque no garantiza que nunca nos enganchemos, al menos nos daremos cuenta…
Esto que transcribo lo escuché en un podcast y da buena muestra de lo que ocurre en la realidad: “Me inscribí en un retiro vipassana (10 días meditando en silencio) como cada año. Me encantaba este lugar porque estaba en las montañas, porque no se comía mal y, aunque la comida suele ser siempre frugal, hacían mermeladas riquísimas y un pan de espelta casero excepcional. Llegué de noche sin haber cenado así que a la mañana siguiente subí corriendo al comedor a las seis de la mañana para ser el primero en desayunar. El alma me cayó a los pies cuando vi que habían sacado pan de molde normal y corriente y mermelada prefabricada en pequeños envases de plástico. Me pille un cabreo descomunal. ¿Cómo es posible que sabiendo que ese puede que sea el estímulo más placentero de todo el retiro nos priven de semejante manjar? Enseguida me di cuenta de cómo mi mente se estaba enganchando a los pensamientos negativos y aparecía la furia en mi cuerpo. “Vale”, me dije, “es justo con esto con lo que tienes que trabajar. Aceptación de lo que hay aquí y ahora. Fíjate en las montañas y desayuna agradecido de poder comer algo”.
Así transcurrieron los días que fueron muy fructíferos en cuanto a la práctica meditativa, sobre todo. El último día, antes de irnos subí a desayunar y me quedé paralizado al ver el pan casero de espelta y mermelada hecha con los albaricoques del campo. El olfato me hizo salivar mientras me tostaba el pan y lo untaba con deleite. Cogí una gran taza de café recién hecho y busqué un lugar apartado para poder disfrutar de tal manjar sin que nadie me molestara. Miraba la tostada y casi se me saltaban las lágrimas mientras me la acercaba a la boca. “¿Cómo es posible que nos hayan negado algo tan sencillo y tan rico? Este retiro es de pago y nos podían haber avisado, porque uno se hace su composición de lugar y no hay derecho que por pereza nos fastidien la estancia. Ya es bastante que estemos todo el día meditando. ¡Esta delicia la deberían incluir siempre! ¡Antes de irme se lo diré en persona!…de pronto me quedé en shock: mi tostada había desaparecido. Me la había comido entera sin enterarme, secuestrado por mi mente…perdido en mis pensamientos…”
“Un pensamiento se desliza sobre el otro; me sobresalté, no sabía cuál seguir y perdí a ambos de vista… ¿No son los pensamientos como pelotas que rebotan constantemente unas contra otras?”
Extracto de “Shifting the silence” de la poeta, filósofa y escritora Etel Adnan.
Ilustración de Sara Antolín.
Meditación recomendada: “Meditación N.5 Conscientes de ser conscientes”
Esta meditación nos ayuda a abrir enteramente nuestra atención a todo lo que somos capaces de percibir momento a momento. Aprender a estar con nuestra mente y observarla sin engancharnos ni a los pensamientos ni a las emociones que se expresan en nuestro cuerpo nos aporta la calma mental necesaria para la introspección profunda. Buena práctica…