REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Cortar la relación con personas difíciles no necesariamente resuelve el problema

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Al hilo de los tres artículos anteriores sobre cómo nos relacionamos con personas emocionalmente inmaduras (PEI), hoy vamos a tratar dos posibilidades: que estas personas cambien (y qué se necesita que ocurra para poder cambiar), o que cambiemos nosotros: cortando completamente la relación, lo que puede parecer una huida (y lo es), pero quizás la única forma de proteger nuestra salud mental.

La única forma de que las PEI cambien es que adquieran habilidades de auto-reflexión. Que se cuestionen que quizás no estén actuando de manera ecuánime. Lo que requiere -de entrada- de una madurez de la que carecen. La motivación para el cambio, pues, ha de venir desde fuera: cuando alguien se atreve a plantarse delante y decirle que no van a continuar a su lado si no van a terapia y permiten que una tercera persona (que no seas tú) les haga de espejo para que descubran dónde están errando. Obviamente en esa terapia se ha de trabajar la inteligencia y regulación emocional, que tanto necesitan. Mucho trabajo para alguien que se cree en posesión de la verdad. Es difícil, pero no imposible. Lo importante es que la persona que esté a su lado tenga expectativas realistas sobre la capacidad y cantidad de cambio posible.

Si ya cuesta cambiar uno mismo queriendo, imaginad alguien que va arrastrado hacia el cambio solo por no perderte…

Otra posibilidad más rápida y aparentemente eficaz es cortar con la relación. En principio, parece que distanciarte de una persona difícil y ya no tener que verla más puede ser una solución perfecta para resolver una situación conflictiva. Sin embargo, las personas llevamos instaladas en nuestro sistema patrones de cómo nos relacionamos con los demás. Así es como crecemos. Maduramos psicológicamente interiorizando las interacciones con los demás: sus comentarios sobre nosotros, sus emociones, sus afectos. Construimos nuestra personalidad desde la devolución que los demás hacen de nuestra imagen.

Una vez hemos generado nuestro patrón, podemos irnos al otro lado del planeta y nunca ver a la persona con la que hemos cortado y seguimos manteniendo una sensación de “no ser suficiente”, instaurado por la relación con una PEI (sobre todo si es un cuidador principal). Así que cuando se intenta una cura geográfica, pensando que el problema ya está solucionado, es posible que se precise de terapia para ver el impacto qué provocó esa situación desde un principio. La idea no es ver cómo se puede cortar, sino cómo puedes interactuar con esa persona sin perder la conexión contigo misma, con tus emociones y necesidades. 

Cortar con un padre, un hermano o un hijo (incluso un amigo íntimo) es muy drástico. Requiere de mucha reflexión madura tomar esa decisión. Antes de acometer esta acción, asegúrate de estar muy construido desde dentro, en firmeza y en autocompasión. La vas a necesitar…  

«La verdadera madurez emocional se muestra no en cómo evitamos a las personas difíciles, sino en cómo nos mantenemos íntegros y equilibrados a pesar de ellas».

Extracto de “Adult Children of Emotionally Immature Parents” (Hijos adultos de padres emocionalmente inmaduros), de la Dra. Lindsay Gibson.

Ilustración de Sydney Pink para su libro “Overcoming Creative Block”, de 2003.

Sugerencia – Meditación n. 8: “Suaviza, Conforta y Permite Espacio a las Emociones Difíciles”.

Esta meditación sirve para desarrollar la gestión de nuestras emociones: reconocerlas, aceptarlas y dejarles estar en nosotros. Sin intentar reprimirlas ni controlarlas. En situaciones en las que es el otro el que pierde el control, nos puede ayudar a mantener la estabilidad, a pesar del tumulto interno que nos puede generar. Buena práctica…

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