Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 4 personas tiene, ha tenido o tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida. A causa de los estragos mentales causados por la pandemia, se está empezando a conocer y hablar más abiertamente de trastornos comunes como la ansiedad, la depresión, el insomnio crónico y los obsesivos-compulsivos que limitan tanto la existencia humana, cuando no la extinguen completamente con el innombrable “suicidio”.
Tener la absoluta convicción de que todos los seres humanos estamos –más o menos- inestables (a causa de una mente “negativizada” por la supervivencia), ayuda a no sentir el aislamiento del sufridor de su mente, inmerso en un mundo aparentemente feliz proyectado por los medios y las redes sociales.
Me preguntaron el otro día ¿todo el mundo debería ir a un psicólogo? Respondí: “todo el mundo debería tener como máxima conocerse a sí mismo”, en la medida de sus posibilidades…y recordé esta cita de Sócrates:
«Por el momento soy incapaz (…) de conocerme a mí mismo.
Me parece ridículo, por tanto, que el que no sabe todavía de sí mismo, se ponga a investigar sobre otras cosas antes de comprender esto».
Sentarse delante de una persona formada en Psicología no es necesariamente agradable, pero puede ayudar al valiente a descubrir aspectos de sí mismo ocultos que influyen en su relación consigo mismo y con los demás.
No conocerse a fondo tiene un precio altísimo: no pedir ayuda cuando aparece malestar, miedos irracionales o inquietud latente, puede generar conductas dañinas auto-lesivas que se cronifican, magnificando el trastorno y dificultando su sanación. Las cifras de personas afectadas por desequilibrios mentales están aumentando en parte porque se comunican y se registran cada vez más. Algunos pacientes con ansiedad que han empezado a comentar su malestar, se encuentran con amistades que les estaba pasando lo mismo pero les daba vergüenza expresarlo por miedo al rechazo. Hemos generado una mentira social a causa del “qué dirán” que perpetúa e incrementa la enfermedad.
Contra la mentira solo cabe la verdad: “todo lo que resistes persiste, y todo lo que aceptas se transforma”. Aceptar que existe el sufrimiento humano nos ayudará a mirarlo de cara para amortiguarlo con las herramientas adecuadas. Nos ayudará a PRE-ocuparnos antes de tener que ocuparnos cuando ya es demasiado tarde y se ha caído en las garras de la enfermedad mental.
La mente es el epicentro de nuestra existencia: la que nos posiciona ante nosotros mismos y ante el mundo.
Para robustecer la salud mental, hemos de invertir en prevención. Todas las Terapias de Tercera Generación incluyen prácticas de Mindfulness que nos ayudan a observar nuestra mente para saber cómo funciona y domarla para que no nos engulla. El Programa científico de Reducción de Estrés (MBSR) ha logrado pruebas evidentes de mejora en multitud de personas ya afectadas con alguno de los trastornos mencionados. Pero lo que es más importante, es la cantidad de personas que se han formado antes de que apareciera el primer síntoma.
Invertir en nuestra mente supone apostar por el retorno más beneficioso que podemos hacer en nuestras vidas.
¿A qué esperas…?
Ilustración titulada “North Wind” (Viento del Norte), de Rockwell Kent, 1919.
Meditación recomendada N. 5 “Monitoreo abierto: conscientes de ser conscientes”.
Esta meditación sirve para conocer a nuestra mente, exponiéndonos a ella deliberadamente, con amabilidad, apertura y aceptación ante todo lo que nos presenta como observadores imparciales. Con la práctica adecuada, adquirimos mayor distancia de nuestros pensamientos y, por tanto, mayor libertad y sosiego.