Las llamadas “ovejas negras”, aquellas que desafían las normas, cuestionan las tradiciones y parecen no encajar son, en realidad, las que impulsan la transformación necesaria, rompiendo esquemas familiares obsoletos. Cuando un entorno familiar es rígido o disfuncional, el niño puede desarrollar respuestas ante dinámicas que le resultan opresivas. En la adultez, esto se traduce en una necesidad de distanciamiento, en una búsqueda de autonomía y, en muchos casos, deriva en una transformación radical de las estructuras familiares. Lejos de ser un problema, esta necesidad de romper con el pasado es, en realidad, un intento de encontrar seguridad y coherencia en su propia historia de vida. Este proceso de independencia y rebeldía, aunque arduo para el que lo lidera, le beneficia como persona y ayuda a redefinir y recolocar las relaciones dentro del sistema familiar.
Para ser oveja negra necesitas mucha valentía.
Gracias a atreverse a romper con las normas impuestas, abren puertas hacia nuevas posibilidades. El drama está en que muchas de estas personas se sienten incomprendidas o incluso culpables por no seguir el camino esperado. Y acaban distanciándose por voluntad propia, o por el rechazo de los miembros atrapados en la rigidez del sistema. Este distanciamiento no es una traición, sino un acto de amor inconsciente hacia sí mismos. Quienes se atreven a romper con lo establecido, además de hacerlo por su propia necesidad, lo hacen también por aquellos que vendrán después. Por ejemplo, si un divorcio está mal visto en una familia, y una hija se separa de una relación que no funciona, les está enseñando a sus hijos que no tienen por qué permanecer en una relación que no les satisface. Les está enseñando la importancia de uno de nuestros mayores tesoros: La Libertad.
John Bowlby, pionero en la teoría del apego, ya expuso que “si un individuo ha de desarrollar una identidad propia y sentirse seguro en sus relaciones, debe poder explorar el mundo sin el miedo a perder la conexión con quienes lo rodean”. El problema es que, si decides romper esquemas, prepárate antes para el distanciamiento. Y es que para la oveja negra, la necesidad de autonomía es tan fuerte como el deseo de conexión. Este conflicto interno puede llevarle a buscar un camino propio, más alineado con su identidad genuina, o a renunciar a su necesario desarrollo por no perder la conexión. Una oportunidad perdida de crecimiento por el férreo control familiar que, al final, se reduce a querer tener a todas las ovejitas blanquitas y recogidas en el corral.
Este artículo va dirigido a todas aquellas personas que han sido etiquetadas “ovejas negras”, que han apostado valientemente por su propio camino de crecimiento, consiguiendo desafectarse del “qué dirán”, tanto familiar como social. Tenemos las clínicas de psicología llenas de personas que no han vivido su vida, apegados a los cánones de los demás por no perder su mal llamado “amor”. El amor es incondicional, o no lo es. Bienvenida al club de las personas rompedoras. Tu vida te pertenece a ti y a nadie más. Con tus aciertos y tus equivocaciones, y sus inevitables consecuencias que te vas a tener que comer con patatas.
Como decía Goethe “la vida es corta, no la hagamos pequeña”. Añado: no se trata de sobrevivir, se trata de florecer.
Los que fueron llamados ‘ovejas negras’ de la familia en realidad son buscadores de caminos de liberación para el árbol genealógico. Aquellos que no se adaptan a las reglas ni tradiciones del sistema familiar, los que desde pequeños intentaron revolucionar creencias, yendo en contra de los caminos marcados, los que critican lo que les parece injusto… esos suelen ser quienes al final traen el cambio.
Cita de Bert Hellinger, psicoterapeuta alemán, del libro “Ódenes del amor: cursos seleccionados de Bert Hellinger”.
Pintura titulada “Black Faced Lamb” de Tonya Hudson, publicada el 11 de Abril de 2016.
Sugerencia: Meditación n. 13 – “Meditación de la Montaña”.
Esta meditación sirve para desarrollar la firmeza y la sensación de poder interior, además de la aceptación de lo que se nos presenta en la vida. Sin dejarnos arrastrar por reacciones automatizadas, ni las imposiciones de los demás sobre cómo deberíamos vivir nuestra propia vida. Buena práctica…