REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Las personas victimistas siempre buscan a alguien que les salve

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Cuidado porque si tienes la tendencia de cuidar y resolver, puedes caer en la tentación de ayudar tanto a una persona víctima, que acaba dependiendo de ti. Y aquí reside el problema. Se junta el hambre con las ganas de comer. La persona que adopta el papel de víctima no solo lo hace para expresar su malestar, sino también para atraer la atención y el apoyo de los demás. Y la persona cuidadora se siente útil al atender y resolver los problemas de la víctima. Pero es un dardo envenenado para ambas partes. A la víctima se le convierte cada vez en más víctima, generando una dependencia tremenda de la persona que le ayuda, y la que la “salva” acaba atrapada porque -aunque esté harta- le sabe mal abandonarla a su suerte, porque la ve incapaz de salir adelante sin su apoyo.

El victimismo no ocurre en el vacío, sino dentro de un juego psicológico en el que la persona busca constantemente a un “salvador” que la rescate, reforzando así su rol pasivo y perpetuando esta dinámica tan tremendamente disfuncional. Muchas personas caen en este patrón sin darse cuenta, ya que es un mecanismo de defensa aprendido.

¿Por qué se generan este tipo de conductas? 

Según los expertos, existen dos posibles orígenes fundamentales:

  1. Personas sobreprotegidas en su infancia: a las que se les han resuelto las dificultades, impidiendo que desarrollen sus propios recursos para afrontar y resolver sus problemas.  
  2. Personas que han sufrido repetidas dificultades: y se han visto desamparadas e incapaces de encontrar soluciones. Acaban tirando la toalla y refuerzan la idea de que necesitan a alguien externo que les salve para salir adelante.

Es el pez que se muerde la cola. El que alguien les salve constantemente, además de reforzar su dependencia, va minando poco a poco la creencia en sus capacidades para salvarse con sus propios recursos. Se acaban viendo indefensos y dependientes, con la autoestima por los suelos.  El máximo peligro es que el victimismo crónico puede acabar convirtiéndose en un mecanismo de manipulación emocional, siendo la “culpa” la emoción que sirve de anzuelo. Lejos de ser un alivio, esta dinámica las mantiene atrapadas en un círculo vicioso de queja y pasividad.

Para poder salir del patrón “víctima-salvador”, es importante que los “salvadores” aprendan a desarrollar una compasión (y autocompasión) equilibrada. Es cierto que la empatía nos permite comprender el dolor de los demás, pero la compasión va más allá, porque nos impulsa a ayudar sin fomentar la dependencia. En lugar de actuar como rescatadores, podemos ofrecer apoyo alentando a la persona a tomar medidas concretas para mejorar su situación. Esta mentalidad de crecimiento les permite reconocer su capacidad de influencia sobre su vida. Técnicas como la meditación, la gratitud y la auto-consciencia (como el truco de la pulsera descrito en el artículo anterior), ayudan a generar nuevas vías neuronales más orientadas hacia poner soluciones en lugar de quedarse estancados en el problema.

Por tanto, fomentar la responsabilidad personal es crucial. No se trata de ser indiferente a su sufrimiento, sino de evitar reforzar el patrón de dependencia. Y en esto radica el verdadero acto de amor y respeto: dejar de ser cómplices del juego y ofrecer, en su lugar, la oportunidad de crecer. Si no se pone freno a este tipo de juegos psicológicos (muchas veces inconscientes), acaban atrapando a ambas partes. ¿Has detectado este patrón en tu vida?

«Cuando un Salvador rescata constantemente a una Víctima, refuerza su impotencia y le impide encontrar sus propios recursos para salir adelante.»

Extracto del libro “Fairy Tales and Script Drama Analysis», del psiquiatra y analista transaccional Stephen Karpman.  

Ilustración de Christian Robinson para el libro “Leo a Ghost Story”, de Mac Barnett.

Sugerencia – Meditación n. 11: “Cultivando la Autocompasión”

Esta meditación nos ayuda a aprender a traernos calidez y amorosidad de corazón. Nos recuerda que nosotros también necesitamos ocuparnos de nosotros mismos. Cuando se aplica con honestidad hacia uno mismo, acaba generando un mayor equilibrio entre el dar y el tomar, tan importante para llevar una vida saludable, en la que ni te excedes dando, ni te limitas a solo recibir. Buena práctica…

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