Por mucho que queramos correr para conseguir lo que necesitamos, nuestras capacidades -y las de los demás- son siempre limitadas. A veces no podemos con todo. Cuando vemos que se acumula la faena y ya no podemos más, aparece el estrés. Desgraciadamente, los afectados por la DANA y las personas que quieren ayudarles, lo saben bien. Barren y barren, limpian y limpian y cuando levantan la cabeza ven que han avanzado un milímetro con respecto a los kilómetros que quedan por delante.
Cuando lo urgente choca con lo posible, aparece la desesperación…
Justo ahí es cuando hay que recurrir a estrategias para no hundirse en el pesimismo. Y, sobre todo, no caer en la culpa de ver a tu vecino que no para quieto cuando a ti se te han agotado las pilas. Cuando lo que necesitas conseguir con urgencia choca con tus limitaciones, hay que saber parar. No es tu culpa que no puedas más. Cada persona es un mundo. Hay quien tiene mucha energía, empuje y determinación, y hay quien se agota mucho antes. No lo hemos elegido. Nuestro organismo es así. Culparse solo puede minar todavía más nuestras fuerzas, así que seamos conscientes de que hay que equilibrar lo que necesitamos con aquello que podemos hacer.
¿Le pedirías a un caracol competir en una maratón? No, porque sabes que no puede ir más rápido de lo que va. Es su realidad. Y cada uno tiene la suya. Si luchas con la realidad siempre va a ganar la realidad. ¿Qué hacer?
En situaciones en las que nos vemos obligados a ser «más rápidos», «más fuertes» y «más efectivos», tomarse un momento para escucharnos y atendernos puede parecer un acto revolucionario. No se trata solo de cuidarnos. Es encontrar un equilibrio entre nuestras necesidades y nuestros recursos internos. Luchar contra la distancia insalvable entre lo que “queremos” y lo que realmente “podemos” nos desgasta al extremo.
Si trabajamos más allá del cansancio diciendo «sí» cuando nuestro cuerpo grita «no», el agotamiento nos enfermará y ya no podremos hacer nada. Hasta en situaciones extremas, hemos de aprender a reconocer y respetar nuestras necesidades con una actitud de amabilidad hacia nosotros mismos. ¿Qué necesita tu cuerpo ahora? ¿Tu mente? ¿Tu corazón? Esta auto-reflexión no es un lujo; es una práctica necesaria para poder seguir adelante con mayor equilibrio físico y, sobre todo, mental.
Aceptar nuestras limitaciones es un acto de amor propio. Esta aceptación no es resignación, sino una forma de recalibrar nuestras expectativas hacia lo que es posible en el momento presente. No somos máquinas. Y cuando aceptamos que no podemos con todo, creamos un espacio para la autocompasión y el descanso. Este espacio es el que permite la verdadera fortaleza y nos libera de la tiranía de expectativas irreales, permitiéndonos avanzar para afrontar un nuevo día con energía renovada. Muchas veces no queda otra que vivir día a día estando en el presente: “hoy qué tengo que hacer” y así, hasta donde llegues. Y mañana será otro día…
“Haz lo que puedas, con lo que tengas, en el lugar exacto en el que te encuentras y con el tiempo que tienes…”
Cita inspiradora de Nkosi Johnson, Premio Internacional de la Paz Infantil de 2005, que falleció a los 12 años. Es una invitación poderosa a aceptar nuestras circunstancias y limitaciones, actuando con intención y esfuerzo dentro de nuestras posibilidades.
Ilustración de Ping Zhu para “The Snail with the right heart. A True Story”, de Maria Popova.
Sugerencia – Meditación n. 12: “Pausa de Autocompasión”
Esta meditación nos ayuda a tomar consciencia de cómo nos respondemos cuando nos sentimos dolidos en situaciones emocionalmente difíciles, en las que pensamos que no deberíamos sentirnos vulnerables. En estos momentos es muy importante aprender a ofrecernos cariño y consuelo con un gesto físico de afecto. Buena práctica
