Estamos viendo y escuchando verdaderas aberraciones con respecto a la locura de la riada-DANA. Personas que hablan sin filtro, incapaces de comprender mínimamente lo que están viviendo aquellos desgarrados por las pérdidas y que todavía siguen en estado de shock, aún incapaces de integrar lo ocurrido en limitadas mentes humanas por semejante impacto. Menos mal que hay algo de compensación por la otra parte humanitaria -que sí es compasiva-, que ayudan a limpiar, apoyan psicológicamente con la escucha y el abrazo, y reparten comida caliente a quienes no tienen medios para comprar ni cocinarse.
Donde la organización administrativa no llega, llegan los voluntarios amorosos. Parece mentira…
Los repartidores de comida se han “expertizado” en logística en tiempo récord. Reciben un listado de nombres y direcciones a las que entregar a domicilio. Muchos no pueden salir de sus casas, por enfermedad o incapacidad. Cuando ven llegar a los voluntarios se llenan los ojos de lágrimas, tanto a los que entregan como a los que reciben. ¿Cómo puede haber tanta belleza dentro de esta tremenda fealdad? ¿Cómo puede haber tanta comprensión humana en medio de tanta incomprensión? Inmenso contraste.
Hemos de tomar consciencia cuanto antes que nuestro sistema educativo eduque y forme en inteligencia emocional, primer paso necesario para profundizar en la empatía y la compasión. Si no percibes tus expresiones emocionales, no vas a poder conectar con las emociones del otro. Todo empieza por uno mismo. Si yo sé que siento miedo, sabré identificar y conectar enseguida con quien siente miedo. Pero si soy un aventurero, amante de riesgos con el miedo anestesiado, los miedos del otro me parecerán irrisorios. De ahí que escuchemos a tantas personas enfriadas emocionalmente decir ante un sufriente “tampoco es para tanto”, o “no me cuentes tus penas, que yo tengo las mías”.
Según Paul Conti, psiquiatra y autor reconocido, «vivimos en una sociedad que muchas veces valora más la eficiencia y la productividad que la conexión emocional». Y señala que «las crisis, como las vividas durante desastres naturales, nos exigen volver a nuestras raíces humanas: sentir con el otro, no porque sea fácil, sino porque es vital para nuestra supervivencia emocional como especie».
Como sociedad, tenemos que comprometernos a construir una cultura que valore la empatía y la compasión como herramientas esenciales para enfrentar el sufrimiento, con humanidad y dignidad.
Tal y como estamos comprobando en la riada, la verdadera belleza surge cuando las personas se eligen mutuamente en lugar de elegirse a sí mismas…
«Enseñar empatía, compasión y autocompasión fortalece nuestra resiliencia colectiva. Estas cualidades no son signos de debilidad, sino de fortaleza profunda, porque nos permiten sostenernos unos a otros incluso en las circunstancias más adversas.»
Extracto del libro «Trauma: The Invisible Epidemic » (Trauma: la epidemia invisible), del Dr. Paul Conti, en el que profundiza cómo el trauma afecta a las personas y las comunidades, destacando la importancia de la empatía, la conexión humana y la compasión como herramientas de sanación.
Ilustración de Pepita Sandwich, para su libro “The Art of Crying. The Healing Power of Tears” (El arte de llorar. El poder sanador de las lágrimas), 2024.
Sugerencia – Meditación n. 6: “Nombrar Emociones”.
Esta meditación sirve para desarrollar la inteligencia emocional y la gestión de las emociones: reconociéndolas, sin identificarnos con ellas, viéndolas como elaboraciones de la mente pasajeras, y creando distancia para aprender a responder a ellas sin reacciones impulsivas. Buena práctica…