REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Ya te castigaste bastante. Ahora perdónate: trabajo real en consulta IV

ya-te-castigaste-bastante-ahora-perdonate-trabajo-real-en-consulta-iv-culpa-psyke-blog

Alba tiene 47 años. El primer día que entró en mi consulta le costaba mirarme a los ojos. Permanecía con la mirada clavada en el suelo. Avergonzada me dijo: “Sé que he hecho daño. Me equivoqué. Pero no sé cómo seguir adelante. Es como si no mereciera estar bien”. Durante años, Alba ha arrastrado una culpa densa -como una losa pesada- por haber sido infiel en una relación que valoraba profundamente. Su pareja le dejó, su entorno la juzgó y, desde entonces, ella misma se ha convertido en su peor enemiga. No pedía perdón, se lo negaba. Prefería el castigo silencioso de vivir en deuda con el pasado. Como si sufrir fuera una forma de reparación del daño que causó.

Alba pensaba que no levantaba cabeza porque los demás no la perdonaban. Cuando veía las miradas insidiosas observándola se retraía y se apartaba. Cada vez se sentía más sola, y aíslada y culpable. El peso de la culpa no le dejaba respirar. Cuando descubrió que era ella la que no se permitía perdonarse, se abrió la luz ante sus ojos. Le dije algo que a veces cuesta aceptar: “Perdonarte no borra lo que pasó. Solo te libera del peso que llevas arrastrando desde entonces.” Porque no se trata de justificar, ni de olvidar. El perdón personal no es indulgencia, es responsabilidad emocional. Es decirte con honestidad: ya he aprendido la lección, ya he sufrido lo sufiente, ahora necesito y merezco soltar. No puedes rehacer el pasado, pero sí puedes elegir no seguir reproduciendo el dolor en bucle.

Alba había hecho ya el trabajo duro: reconocer el error y asumir las consecuencias. Pero seguía en una especie de celda mental, repitiéndose que no tenía derecho a sentirse feliz. Su mente confundía culpa con castigo, y responsabilidad con autodestrucción. Lo que trabajamos en consulta fue ayudarle a separar lo que hizo de lo que es. Se condena la acción, no el actor. Porque no somos nuestros errores. Somos lo que hacemos con ellos después.

Le propuse un ejercicio: escribir una carta de perdón… pero dirigida a sí misma. Sin endulzar, sin minimizar. Solo con la verdad: “Te juzgué con dureza porque creía que así te harías mejor persona. Pero ya es hora de tratarte con compasión. Ya pagaste el precio.” Al leerla en voz alta, Alba lloró. No por lo que hizo, sino por lo que se había negado durante años: la posibilidad de empezar de nuevo.

El perdón hacia uno mismo no te hace débil, te hace completo, te hace humano.

Si has cometido un acto que ha dañado a alguien y le has pedido perdón infructuosamente, ¿cuánto más vas a esperar para liberarte tú misma de la historia que ya comprendiste y cuyo precio ya pagaste?

Perdonar no significa que lo que ocurrió esté bien.

Significa que ya no estás dispuesto a seguir cargando con el sufrimiento que te provocó.

Cita de Fred Luskin, de su libro «Forgive for Good» (Perdonar es Sanar), de 2006.

Ilustración de Beatrice Alemagna para el libro “We Go to the Park”, de Sara Stridsberg, 2024.

Sugerencia: Meditación n. 22 – “Meditación del Perdón”.

Podemos causar daño y nos pueden causar daño, consciente o inconscientemente, movidos por el dolor, el miedo, la ira o la confusión. Esta meditación ayuda a cultivar el perdón hacia nosotros mismos y hacia los demás sin forzarnos, permitiendo que la intención de perdonar resuene en nuestro corazón. Buena práctica…