Cuando una pareja acude a consulta porque uno de los dos quiere terminar la relación, rara vez es porque ha dejado de amar. Lo más habitual es que se haya perdido la complicidad, la conexión que los unió al comienzo. Frases como “no me siento comprendida”, “no me siento valorado”, o “no me siento apoyada en mi camino” son los lamentos más comunes. El amor suele seguir ahí, como un vínculo latente, pero sepultado bajo capas de desconexión.
Cuando falta la presencia emocional necesaria, el distanciamiento se va instalando poco a poco, sin grandes ruidos. Con el tiempo, dejamos de mirar al otro con la misma atención de antes. Se nos olvida escuchar, preguntar, celebrar sus logros o sostener sus dolores. Y a la otra persona le ocurre lo mismo. Ambos se sienten solos, incluso estando en la misma habitación.
Se acumulan pequeños resentimientos, palabras no dichas, gestos evitados. Esa distancia erosiona la conexión, hasta que finalmente cae el puente que los unía. El amor puede no desaparecer, pero se apaga si no se cuida.
Por eso no basta con amar. Hay que aprender a sostener y cuidar ese amor. Y eso implica permitirse crecer: individual y relacionalmente. Requiere atención diaria, honestidad, vulnerabilidad y, sobre todo, una intención compartida de seguir eligiéndose, incluso cuando la vida se pone difícil.
Como decía Erich Fromm, el amor es un arte que necesita dedicación, práctica y compromiso. Si el amor sigue ahí, hay camino.
Volver a elegirse no es simplemente quedarse. Porque quedarse también significa dejar ir a esa persona que era cuando os conocisteis. Es una especie de duelo que invita a mirar al otro con ojos nuevos, reconociendo que ninguno es el mismo de antes, y aun así decidir reencontrarse.
Las relaciones sanas no son perfectas, pero están vivas. Se equivocan, tropiezan y se reparan. Y en ese proceso de cuidar al otro sin perderse uno mismo, el amor madura. Ya no se trata solo de sentir mariposas, sino de generar raíces y cultivar el jardín para que florezca.
A veces, el punto de inflexión no está en un gran gesto, sino en algo cotidiano: una conversación honesta, una disculpa sincera, una mirada atenta. La conexión se reconstruye desde ahí, desde lo simple.
«Amar significa comprometerse sin garantías, entregarse por completo con la esperanza de que nuestro amor produzca amor en la persona amada.»
Cita del libro «El arte de Amar» (The Art of Loving) de Erich Fromm, publicado por primera vez en 1956.
Es una obra clásica de la psicología humanista y filosófica, donde Fromm plantea que el amor no es solo un sentimiento espontáneo, sino un arte que requiere conocimiento, esfuerzo y madurez. Sigue siendo muy vigente, sobre todo en tiempos donde muchas relaciones se construyen desde lo inmediato más que desde la consciencia.
Ilustración de Julie Paschkis para su libro “The Wordy Book”, 2021.
Sugerencia – Meditación n. 18: “Meditación del Amor y las Relaciones”.
Esta meditación permite abrir nuestro corazón para ser conscientes del amor que recibimos de las personas que nos rodean y para saber dar ese amor a todas las personas, nos gusten o no, las conozcamos o no. Desde esta perspectiva de Humanidad Compartida, cultivamos también el amor hacia nosotros mismos, conscientes de la vulnerabilidad y necesidad de afecto de todos los seres humanos. Buena práctica…