REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

“cuanto ignorante se regocija en su ignorancia y cuanto conocedor sufre por su conocimiento” –Poeta Sufí

Son polos opuestos y ambos aguantan -como pueden- las perspectivas del otro por no saber ni poder entenderse.

En estos días estamos viviendo muchas ideas dispares y hemos de abrir nuestra particular ventana de tolerancia a la frustración para mantenernos a salvo de discusiones estériles.

Lo que asumimos como “la verdad” determina lo que creemos, y lo que creemos acaba por dirigir nuestra conducta y nuestras vidas. Con lo que si asumimos algo incierto como verdad absoluta, la distorsión (y posible descalabro) está garantizada.

Clarificación: el psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman afirma que no hace falta que la evidencia sostenga lo que nos acabamos creyendo, sino “la coherencia de la historia que nuestra mente ha conseguido construir”.

A pesar de la ingente cantidad de veces que la propia vida ha desmentido muchas de nuestras creencias, nos seguimos dando cabezazos contra la pared intentando mantenerlas a flote, pues de lo contrario hay que soltarlas y –lo que es peor- darle la razón a otro. A esto el ego se opone con la fuerza de Sansón…

Crear y creer nuestros propios “cuentos” forma parte de la necesidad humana de darle sentido a la vida y a nosotros mismos dentro de ella. Nuestra mente está hecha para contarnos historias porque no soporta la incertidumbre ni la ambigüedad. Cuando algo no tiene mucho sentido, intentamos encontrar el eslabón que falta, rellenándolo con lo que más nos puede encajar y convenir subjetivamente.

Muchos retienen las historias que les han servido en el pasado (aunque ya estén obsoletas), por no quedarse volando en el vacío, como un prólogo de un libro sin libro al que sujetarse…

Y es que somos nuestro propio punto de partida. En psicología esto se llama “anclaje egocéntrico”: esperamos que todo el mundo crea lo que creemos, sepa lo que sabemos y le guste lo que nos gusta. Y nos quedamos perplejos cuando no es así ¿Es que están ciegos? ¿Es que no lo ven?

Pues no, porque cada uno tiene su mente que procura salvarle de la quema con sus propias invenciones auto-creíbles (o auto-engañadoras).

En casos de desencuentro discutir es absurdo (pues aun nos polarizamos más). Si hay cariño tenemos dos opciones: o hablamos de otra cosa respetando nuestras diferencias, o preguntamos con verdadero interés y curiosidad, cómo ve esa persona el mundo…

En según qué casos, prepárate para alucinar…

“El hombre es una criatura en evolución que tan solo puede asumir pequeñas porciones de realidad para poder gestionar su supervivencia (…) aprende así a integrar en su mente cantidades enormes de pequeñas porciones del mundo que de otro modo nunca podría comprender, tocar, oler, escuchar o recordar enteramente. Poco a poco va construyéndose una imagen más o menos fiable de un mundo tremendamente inabarcable dentro de su cabeza. Estas imágenes siempre están sesgadas y distorsionadas”.

Ilustración #72 kilos
Extracto del libro “Public Opinion” (1922) del escritor y crítico político Walter Lippman.