REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Cuánto más mayor me hago, más comprendo que está bien vivir una vida que los demás no entienden

El extracto que he elegido acaba con esta frase tan metafórica “abriendo brecha en la endurecida costra de los prejuicios como un pequeño barco rompeolas”, se refiere en este caso a una mujer brillante y valiente (Marie Curie), pero es extensible a cualquier ser humano que decide saltarse las normas y vivir su vida con determinación.

Para poder “abrir brecha” uno ha de ser consciente que va a experimentar todo tipo de emociones desagradables de sentir: la culpa, la vergüenza, la mala conciencia, el miedo (terror, diría) de salirse del corredor tan aplaudido socialmente y tan denostado por los propios enjaulados que decidieron un día tirar la llave de la libertad en pro de seguir “la norma” y así evitar el “qué dirán” que todos conocemos.

Aquí Rosa Montero nos recuerda: “he descubierto que la normalidad no existe; que no viene de la palabra normal, como sinónimo de lo más común, lo más abundante, lo más habitual, sino de norma, de regulación y de mandato. La normalidad es un marco convencional que homogeneiza a los seres humanos, como ovejas encerradas en un aprisco pero, si miras desde lo suficientemente cerca, todos somos distintos”.

Que sepamos, solo vivimos una vida consciente: ¿por qué alguien: padres, parejas, familiares se pueden sentir con el derecho de someterte a la vida que “ellos” ven plausible?
Para los que nos quieren, la única premisa que debería regir es apoyarnos en nuestro desarrollo más auténtico. Por desgracia, muchas veces se acaba perdiendo a estos seres queridos por el camino…

Pero ojo: el que pierde el amor del otro por ser fiel a sí mismo, es que nunca lo tuvo…

Capítulo “Elogio de los raros” (sobre la determinación de Marie Curie): “Es una culpabilidad socialmente inducida por atreverse a seguir sus deseos, por descuidar tus obligaciones de mujer (…). Marie sintió las mordeduras de todas esas culpas corrosivas y a pesar de ello continuó su camino: era una mujer asombrosa (…). Qué valiente y qué fuerte tenía que ser para hacer algo así estando tan sola, sin modelos de referencia, sin apenas otras mujeres, abriendo brecha en la endurecida costra de los prejuicios como un pequeño barco rompeolas”.
Extracto del libro “La ridícula idea de no volver a verte” de Rosa Montero