REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

¿Cuántos psicólogos se necesitan para cambiar una bombilla? Solo uno, pero la bombilla tiene que querer cambiar

Si ya supone una proeza heroica cambiar cuando uno tiene verdadero propósito y determinación, imaginemos el resultado infructuoso del que viene a consulta arrastrado de la oreja por su pareja o padres.

Por desgracia, los que suelen acudir a psicoterapia por su propio pie están tan incómodos en sus vidas que sienten que no tienen más remedio que buscar ayuda para salir del agujero en el que se encuentran. Cuando ya se han leído varios libros de autoayuda parcheando el asunto a corto plazo, a la larga llega la desesperación y –en esta cultura limitante que considera ir al psicólogo una debilidad- acuden por recomendación de alguna amistad que lo ha experimentado positivamente y no tiene prejuicios en admitirlo y recomendarlo.

Acudir a consulta es, desde luego, el paso imprescindible. Luego, hemos de encajar, de sentir conexión profunda y confianza. Entonces las sesiones van avanzando y danzando desde el entendimiento del estado actual hasta la comprension de por qué están donde están y cómo pueden hacer para acompañarse amablemente hacia la salida del túnel. Y desde la toma de conciencia y el auto-conocimiento, tomar acciones significativas basadas en sus propios valores…

Esta depurada transición ha de contar tanto con la voluntad, constancia y esfuerzo férreo del paciente-cliente (“paciente” porque demasiada prisa impide consolidar bien el cambio) y la cadencia del propio psicoterapeuta para respetar el proceso necesario en todo desarrollo personal.

El psicólogo también es humano y debe responsabilizarse en adquirir sus recursos personales. Pues es fácil enredarse en problemas propios y pretender que la persona que está en consulta ponga en práctica aquello que el propio psicoterapeuta no ha sido capaz de aplicar. La práctica del Mindfulness es básica para mantener una alerta consciente de estas posibles trampas individuales que emergen inevitablemente.

Todas las personas implicadas hemos de asumir nuestra responsabilidad y ponernos –en la medida de nuestras posibilidades- “manos a la obra”, asumiendo lo que puede estar contribuyendo al problema y poniendo todo de nuestra parte para remediarlo.

Sin victimismos, cueste lo que cueste…

“Nuestro mundo en peligro de anegarse en una inundación de recetas para ser feliz, no puede esperar más tiempo a que le echemos el cable de salvación (…). El número de los que se arreglan con su propia desdicha como mejor saben y pueden, quizás parezca relativamente considerable. Pero es infinitamente mayor el número de los que en este menester precisan consejo y ayuda (…). Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta con tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos ”.
Extracto del libro “El arte de amargarse la vida” de Paul Watzlawick