REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Nadie se mueve de donde está si antes no siente incomodidad

Como organismos altamente adaptativos, hemos de mantenernos alertas a lo que nos mueve, a aquello que nos entusiasma, para no caer en la rutina del piloto automático que nos lleva de un día a otro, repetida y apáticamente, por el mismo aburrido sendero. Necesitamos sentir incomodidad para salir de los automatismos y avanzar.

No se trata de vivir para sobrevivir, se trata de vivir para florecer…

Aquí apelo a la educación de los cuidadores principales: no podemos hacerles la vida cómoda a nuestras hijas e hijos y esperar después que salgan al mundo con habilidades para afrontar con destreza y valentía lo que les presenta la vida. El papel de progenitor o cuidador requiere el máximo de flexibilidad. Se empieza dotando de todo al recién nacido porque en nuestro sistema humano nace completamente inválido. Si no lo queremos, alimentamos y cobijamos absolutamente, no sobrevivirá. Sin embargo, si no vamos cediendo control, autoridad y dirección a medida que cumple años, le costará integrarse a su entorno porque le habremos imposibilitado el desarrollo necesario para enfrentarse al mundo competitivo y difícil que nosotros ya conocemos como adultos. Querer ahorrarles el sufrimiento y evitarles la autonomía vital necesaria a nuestros hijos, es impedirles la maduración que precisan para poder vivir una vida realista y responsable.

La sobreprotección infantil es la lacra de nuestra sociedad actual.

Los hijos adquieren su identidad en relación con su entorno, muchas veces en necesaria rebeldía con las normas (sobre todo en la adolescencia), para que se puedan hacer no-dependientes. Lo que ocurre es que eso no gusta a los progenitores y, sin embargo, es un paso necesario para poder salir al mundo con las defensas adecuadas. Tomemos la metáfora de un pajarillo que ha de romper su cáscara para salir al mundo: hace un esfuerzo considerable, con un dolor físico tremendo, para poder romper la cáscara con el pico y las alas todavía sin formar, y se fortalece precisamente gracias a su lucha y necesidad innata por salir. Si quisiéramos facilitarle ese esfuerzo abriéndole la cáscara, estaríamos trayendo al mundo un pajarillo con pocos días de vida, pues cualquier soplo adverso –por falta de defensas- lo llevaría a una muerte segura.

Un cierto grado de incomodidad en casa es preciso para que los hijos encuentren su necesidad de independencia y su propia identidad separada de la de sus progenitores.

Si no hay incomodidad, no hay movimiento posible.

La pena es que, a pesar de contar con el respaldo de nuestros padres para que exploremos lo que queramos, nuestra necesidad de pertenecer y acomodamiento a la sobreprotección nos puede alejar de esa búsqueda de nosotros mismos. Es ahí donde los padres han de poner su mayor empeño y empujar a sus hijos del nido para que empiecen a volar para hacerse y encontrarse a sí mismos. Esto que es fácilmente practicado por la naturaleza, supone para muchos humanos una proeza insuperable. Los hijos han de descubrir sus propios valores, su propio camino, su propio faro al que mirar, para ser seres completos con sus preferencias y diferencias necesarias para sentirse únicos en el mundo, algo que necesitan percibir y comprender absolutamente para no sentirse aislados.

En esa búsqueda de sí mismos cometerán errores inevitables, como también nosotros cometimos y olvidamos y, sabemos ya, fueron imprescindibles para nuestro propio desarrollo personal.

La bienvenida “incomodidad” nos hizo aprender, crecer y florecer hasta empezar a atisbar quiénes somos, qué nos gusta y quiénes podemos ser…

“Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del río.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener en la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Con los médicos prefiero hablar de otra cosa.
Prefiero las viejas ilustraciones.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
En el amor prefiero los aniversarios
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad del sabio a la del demasiado crédulo.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas
del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras que tampoco he dicho.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo de los insectos al tiempo de las estrellas.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que todo tiene una razón de ser”.

“Posibilidades”, Wislawa Szymborska
Ilustración de Gus Gordon, autor del libro “Herman and Rosie”
Sugerencia: Meditación nº 13 “Meditación del lago en www.psyke.es en AUDIOS. Nos ayuda a desarrollar la estabilidad y la aceptación de los cambios inevitables que trae el pulso vital de nuestra existencia.