REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

“Nuestras relaciones con los demás son reflejo de las relaciones que vivimos en nuestra infancia”

El tipo de vínculo que los padres establecen con sus hijos en los primeros años de vida marca cómo se posicionará el niño/a en sus relaciones afectivas. La “teoría del apego” demuestra que al año de vida ya se han producido interacciones suficientes como para generar una especie de previsión de lo que puede esperar el niño de sus cuidadores en cuanto a la satisfacción de sus necesidades. 

De entre los muchos investigadores, destaco a Mary Ainsworth que supo recrear una situación experimental interesantísima que demuestra que existen patrones de apego ya desde los 12 meses.

En la llamada “Situación Extraña” una madre y su hijo entran en una sala de espera en la que hay unos juguetes. A partir de aquí se examinan cuatro escenarios: 1) entra una persona desconocida y se sienta en la sala 2) la madre sale de la habitación dejando al hijo con la desconocida 3) la madre vuelve a entrar y sale de nuevo con la desconocida dejando al hijo solo 4) ambas regresan a la sala.

Como vaticinó Ainsworth, en la mayoría de casos los niños recurrían a la madre como “base segura” para explorar y jugar y dejaban de hacerlo en presencia de la extraña, sobre todo cuando salía la madre, ya que cualquier percepción de amenaza le activaba conductas de proximidad y apego.

Las diferentes conductas de los niños durante este proceso permitieron describir tres estilos de apego (que investigaciones posteriores fijaron en cuatro):

1) Apego seguro (B): los niños se mostraban contentos cuando jugaban en presencia de la madre y les afectaba cuando se marchaba de la sala. Al regresar se alegraban y buscaban proximidad. En este patrón saludable los niños saben que sus cuidadores no les van a fallar y confían en que van a estar disponibles si los necesitan.

De adultos se sienten queridos y cómodos en sus relaciones amorosas y se saben alejar de quienes les hacen daño.

2) Apego inseguro-evitativo (A): los niños se mostraban independientes, jugando por su cuenta sin recurrir a la madre como base segura. Cuando salía de la habitación no parecía molestarles ni se acercaban a ella cuando regresaba. Incluso cuando la madre buscaba su contacto, lo evitaban. A primera vista esta indiferencia podría parecer saludable, pero la realidad es que estos niños tienen dificultades emocionales, ya que su desapego proviene de haber vivido separaciones dolorosas. En este patrón los niños saben que no pueden contar con el apoyo de su madre y reaccionan a la defensiva, negándose la realidad de necesitarla. De adultos reprimen sus necesidades afectivas y evitan la intimidad para no exponerse al rechazo, generando así una especie de “coraza insensible” que da a entender que no les importa demasiado los demás desde el punto de vista afectivo (lo que delata su tremenda carencia).

3) Apego inseguro-ansioso ambivalente: estos niños pasaban un mal rato al marcharse la madre. Apenas jugaban en su ausencia y al regresar tenían reaciones dispares: se resistían a acercarse o bien se pegaban a ella por temor a que volviera a ser “abandonado”. Este estilo de apego proviene de cuidadores imprevisibles, que a veces se mostraban cariñosos y a veces indiferentes, con lo que generan en el niño mucha ansiedad al no saber si puede o no contar con su apoyo y presencia. De adultos son muy inseguros en sus relaciones, celosos, dependientes y con necesidad de sentirse permanentemente vinculados a su pareja. Su bienestar dependerá de la atención que reciba del otro, si capta gestos de desatención puede mostrarse huidizo y rechazar proximidad como defensa. 

4) Apego desorganizado: este estilo es el más patológico y apareció posteriormente como una mezcla de los dos patrones inseguros anteriores. Son los casos de maltrato, desprecio o negligencia excesiva que generan deficiencias graves en la confianza y seguridad (el ansioso) y en la vida emocional y la intimidad (evitativo). De adultos consideran las relaciones afectivas como amenazantes, con lo que tendrá muchas de corta duración o las evitarán en cuanto aparece demasiada intimidad. 

Estos patrones (mínimamente expuestos) se viven en grados muy diferentes. Lo importante es tenerlos en cuenta, tanto si estás en una relación afectiva con una persona que los sufre, como si lo descubres en ti, para empezar a poner los medios terapéuticos necesarios que te ayuden a entender que eres tú, y no el otro, el que puede tener una distorsión en la percepción de su relación.

Demasiadas parejas se han roto fruto de la “proyección de sus carencias en el otro, sintiéndose frustradas porque, desde su punto de vista, no las quieren como ellas se merecen”

Pero esto forma parte de otro artículo…

Cita final procedente del libro “Amores y Desamores” Félix López Sánchez

Ilustración de Maurice Sendak del libro “Let’s be enemies” (Seamos enemigos) de Janice Udry

Sugerencia: “Meditación del amor y las relaciones” en www.psyke.es. Permite abrir nuestro corazón para ser conscientes del amor que recibimos de las personas que nos rodean y para saber dar ese amor a todas las personas, nos gusten o no, las conozcamos o no. Desde esta perspectiva de Humanidad compartida, cultivamos también el amor hacia nosotros mismos, conscientes de la vulnerabilidad y necesidad de afecto de todos los seres humanos.


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