Es cierto que con Mindfulness aprendemos a “no hacer”, en el sentido de saber estar en el momento presente sin esperar que sea diferente de lo que es. Otra cosa distinta es engañarte -en base a este argumento- y decirte “soy así y ya no puedo cambiar”, con lo que ya no hago nada para moverme de ahí.
Mindfulness no fomenta el inmovilismo. Los pasos para salir de este tipo de victimismo son muy claros, y “darse cuenta” siempre es el primero en cuanto a lo que no te gusta y está en tu manos cambiar ¿es tu mal humor? ¿es tu rigidez mental? ¿es tu frialdad emocional? ¿es tu impaciencia? Porque desde que se descubrió la neuroplasticidad nos quedan pocas excusas para eternizar aquellos aspectos o conductas que dependen de nosotros…
Tomemos como ejemplo la impaciencia: si nos sentimos impacientes y lo sabemos (primer paso imprescindible), hemos de trabajar con su característica polar: la paciencia.
1- Cuando nos encontremos con una situación que nos produzca impaciencia (la sala de espera del dentista, un whatsapp o un correo que no llega, un paquete que sí llega y “necesitas” abrir inmediatamente porque no te puedes esperar)…
2- Date cuenta de que ha aparecido una oportunidad de aprendizaje y frótate las manos, pues es una “demo” gratuita…
3- Demora tu impulso y ábrete a la experiencia con curiosidad: ¿qué estás sintiendo en el cuerpo en cuanto a sensaciones físicas?: palpitaciones, sudoración, agitación corporal; nombra la emoción que expresa tu necesidad: urgencia, inquietud, frustración por la espera; date cuenta de los pensamientos que aparecen en tu mente: “no puede ser, con la cantidad de cosas que tengo que hacer y aquí estoy con este jueguecito”…
4- Hazte consciente de lo que estás experimentando y déjate sentirlo, con la intención de trabajarte conscientemente tu dificultad para la espera. Acoge, pues, todo lo que estás sintiendo abrazando también tu impulso para hacer otra cosa que te alivie o te distraiga del momento presente…
¿Por qué es esto es tan importante? Precisamente con respecto a este ejemplo de la impaciencia, vivimos tiempos convulsos. La inmediatez y las nuevas tecnologías fomentan que nuestras mentes lo “necesiten” todo “ya”. Y si no es “ya”, no jugamos. Pensad en la última vez que abristeis una página web en internet que no se abría al instante (en milésimas de segundo) y que desechasteis por no poder esperar.
Esta sensación de rapidez también formatea nuestro cerebro y produce un falso espejismo de que todo se puede y se ha de resolver de inmediato…
Caer en sus redes nos impide el deleite de la espera, de lo que se siente al demorar la gratificación de lo que conseguimos enseguida sin ningún esfuerzo. Somos seres de contrastes: apreciamos aquello que no se nos regala sin tan siquiera haber pensado en desearlo, y con eso juega la publicidad. Nos generan deseos que no sabíamos que teníamos…
Invitación: fíjate en qué quieres cambiar de ti que esté en tu mano y lánzate sin expectativas. Se aprende a ir en bici pedaleando, aceptando que podemos caer de vez en cuando y que esas caídas nos harán más expertos.
La decisión está, pues, es salirte de tu comodidad y atreverte a experimentar…
Si no pierdes la paciencia, te sorprenderás de las consecuencias…
llustración del libro “The Sea” de Marianne Dubuc