REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

«Sin ego seríamos invulnerables»

Ego

Al observar nuestra mente durante la práctica meditativa descubrimos que los pensamientos que la ocupan tienen que ver principalmente con nosotros mismos. Con “YO”: ¿Qué me puede hacer daño a MÍ, qué me puede ayudar a MÍ, qué necesito YO…?

Cuando nacemos, necesitamos ser ego-céntricos (todo está centrado en mí, por la necesidad innata de supervivencia): hemos de llorar y reclamar cuando necesitamos algo porque sino, no sobreviviríamos.

A medida que vamos creciendo, comprendemos que un cierto ego es necesario para saber defendernos y no dejarnos invadir ni invalidar por el otro. Sin embargo, un ego excesivo dificulta la conexión íntima con los demás. A una persona con un ego desmedido le cuesta entender un ego que no sea el suyo.

Ha de tener razón y salirse con la suya y se caracteriza, entre otras cosas, por la falta de empatía, por la poca tolerancia a la diferencia y por una extremada rigidez mental que perjudica el propio crecimiento personal.

Ningún ser humano descubre el “ego” sin auto-indagación. Hasta los que se dedican a cultivar el alma pueden caer en el denominado “materialismo espiritual” que, según Chögyam Trungpa, significa “el deseo constante que tiene el ego de alcanzar versiones más elevadas de conocimiento, religiosidad, virtud, buen juicio, comodidad o cualquier otro objetivo que se haya fijado el ego como meta de su búsqueda”.

Si seguimos una disciplina espiritual para creernos superiores o más importantes, es que hemos tomado una dirección inadecuada. No estamos liberándonos del ego, sino que lo estamos afirmando y fortaleciendo, además de hacernos su esclavo.

El ego siempre está presente y siempre nos está controlando. Cuantas más heridas acumulamos desde la infancia, más nos acecha. Se las ingenia para defendernos, para amortiguar nuestra responsabilidad ante una actuación que honestamente sabemos que no era la adecuada.

Por eso, hemos de estar alerta. Porque el ego engaña muchísimo. Por ejemplo, cuando alguien se enamora de otra persona, su ego suele exagerar todas sus cualidades. Pero si un día esa persona se enamora de otra y se va de su lado, su ego lo convertirá en un monstruo para poder salvaguardarse y no sufrir. Ni era ideal ni era un demonio, es el ego herido que juega con la mente para no sufrir.

Hemos de aprender, pues, a observar nuestras reacciones egocéntricas: las susceptibilidades, el orgullo (altivo y nocivo), el apego y la aversión que se originan todas en el ego.

Con la práctica meditativa de Mindfulness cultivamos y encarnamos la dignidad desde la humildad, sabiéndonos imperfectos y, por tanto, aprendiendo a acoger las imperfecciones de los demás.

Tengo un ego que atender cada mañana
y hoy no ha faltado a su cita.
Lloriquea porque a él alguien no le hizo algo
o quizás porque alguien le hizo demasiado.
Porque no fue visto, aplaudido, no salió en la foto
a él no le dijeron justo lo que él mismo
había imaginado que le dirían
porque él esperaba y no llegó, ese reconocimiento.
Tengo un ego como castigo, viene de serie,
me espanta los mejores momentos
cada vez que se interpone en el descubrimiento
de lo que soy y él no alcanza ni a sospechar
”.
-Begoña Abad

Ilustración de Marianne C. Cook para una edición especial de 1913 de “Hojas de hierba”, de Walt Whitman

Sugerencia: Meditación N. 7 “Metta con uno mismo y con los demás”

Esta meditación sirve para desarrollar el amor incondicional y el respeto sincero hacia uno mismo y también hacia los demás, sin proyectarles nuestros problemas y nuestros juicios. Amplía la perspectiva de “humanidad compartida” y es el antídoto al orgullo, la envidia, la ira, la vergüenza, y la sensación de aislamiento.

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