Muchas veces llegan personas rotas por haber tomado una decisión necesaria: irse. Se fueron porque ya no podían más, porque quedarse era seguir perdiéndose. Y aun así, sienten culpa, vacío y nostalgia… como si fueran las malas de la película. Aunque eres tú quien cierra la puerta, marcharse no siempre libera de inmediato. Y sanar también implica dejar de justificar por qué te fuiste de una relación que te estaba ahogando, limitando y apagando.
En consulta, este tipo de duelo supone una mezcla de dolor y duda. ¿Y si hubiera aguantado un poco más? ¿Y si ahora sí iba a cambiar? ¿Y si el problema era yo? Preguntas que solo buscan calmar la incomodidad de haber elegido lo que parecía impensable: protegerte. Porque sí, cuando decides marcharte, no solo estás rompiendo con una persona; estás rompiendo con una versión de ti que aprendió a adaptarse a ese vínculo. Y reconocerlo también duele.
En este proceso ayudamos a la persona a nombrar lo vivido sin disfrazarlo: a validar su dolor sin romantizar la relación, a despedirse sin dramatismo ni culpa, y a reconstruirse desde un lugar más consciente. El duelo se resuelve aceptando y acompañando cada etapa emocional que aparece: la rabia, la tristeza, el alivio, la sensación de soledad, y también la apertura a lo nuevo. Porque cuando te vas, también te estás eligiendo. Y eso bien merece acogerlo con amor.
Irse es un salto de coraje. Es decirte a ti misma: “Prefiero mi paz, mi bienestar y mi libertad, aunque me duela.” Y eso puede ser aterrador, porque no solo pierdes a alguien, sino una identidad que creías segura. Pero aquí está la verdad que pocas personas quieren escuchar: quedarse y morir en vida es mucho más doloroso que soltar y empezar a vivir de verdad. ¿Cuántas parejas conoces estancadas en el tedio y el desprecio mutuo? ¿Te has fijado en cómo se hablan? Se han adaptado a ese tipo de convivencia pero no lo saben.
Por eso, cada paso que das para salir de esa relación tóxica supone un acto radical de empoderamiento. Puede que no lo sientas así al principio, porque el miedo y la incertidumbre están muy presentes, pero cada día que pasa vas reconstruyendo un poco más tu mundo interior. Aprendes a confiar en ti, a honrar tus emociones sin criticarlas, y a recordarte que mereces algo mejor. Aunque ese “algo mejor” sea no convivir. Y es que si aprendes a quererte de verdad, convivir contigo misma, siendo tu mejor amiga y aliada, supone una experiencia deliciosa que nadie debería perderse…
¿Has sentido alguna vez ese nudo contradictorio de dolor y alivio al dejar una relación? Si quieres compartirlo, estaré encantada de leerte.
Cuando una relación termina, no es el final del amor propio, sino su único posible renacimiento.
Cita del libro “Conscious Uncoupling: 5 Steps to Living Happily Even After” de Katherine Woodward Thomas, 2015.
Ilustración de Beatrice Alemagna para el libro “We Go to the Park”, de Sara Stridsberg, 2024.
Sugerencia: Meditación n. 9 – “Soltar situaciones difíciles”.
Esta meditación nos ayuda a desarrollar consciencia sobre nuestros enganches para aprender a liberarnos de apegos y aversiones que nos llevan a resistirnos a aceptar la realidad, tal como es. Buena práctica…