REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Todos somos víctimas de víctimas

Partiendo de que todas las familias son disfuncionales (sí, así es, nos guste o no), cabe cualquier posibilidad de crianza desatinada e inconsciente. Es una conclusión lógica: si somos seres humanos, somos imperfectos (entiéndase por imperfecto que somos corrientes y molientes, que cometemos errores continuamente y que hacemos lo que podemos para salir adelante), y es imposible formar una familia sin que se propaguen nuestras imperfecciones. Es evidente que “hay grados”, pero en cualquier caso una familia puede ser más o menos imperfecta, pero el punto de partida es siempre la imperfección (y demos gracias).

En inglés hay una frase que dice “pity the child of a perfect parent” (ten lástima de un hijo de un padre/madre perfecto), porque le educará desde “su” pedestal de subjetiva perfección, un listón tan alto –creyéndose ciegamente perfecto- que el pobre hijo/a nunca alcanzará su exigencia y tendrá una sensación perpetua de no ser nunca suficiente…

Cuando trabajamos la familia en psicoterapia desde el punto de vista sistémico, entendemos que el lugar donde nacemos, el orden en el que nacemos, cómo son nuestros padres y los padres de nuestros padres (que les han marcado a su vez) nos influye consustancialmente. Dónde, cómo, cuándo y en qué contexto nos hemos desarrollado conforma nuestro estar en este mundo y genera nuestra personalidad en base a las carencias y abundancias que hemos percibido dentro del núcleo familiar, pudiendo determinar cómo nos relacionamos posteriormente con nuestras parejas e hijos -en la nueva familia que formemos- y en todas nuestras relaciones interpersonales.

Por eso hay que “salirse de la foto” de nuestra familia nuclear (progenitores directos) y ver de dónde vienen ellos. ¿Cómo eran sus padres? ¿A qué se dedicaban? ¿Cómo era la relación entre ellos? ¿Qué necesitaste en tu crianza que no recibiste? ¿Tenían capacidad de dártelo tus cuidadores?

El cerebro se formatea en el “caldo” en el que se ha criado, y se adapta…sea el caldo de cocido, de verdura o de pescado. La cuestión. ¡qué fácil es criticar a nuestros progenitores o cuidadores sin entender que hacen lo que hacen porque igual no tienen los recursos necesarios para hacerlo “mejor”. Si los tuvieran, lo harían.
Ojo, eso no quiere decir que lo justifiquemos. Como siempre, apelo a la comprensión del por qué para que no te lo tomes como algo personal. No tiene que ver contigo. Te educan desde sus carencias y abundancias, de cómo ellos han sido educados…

Por ejemplo, si tú no has sido apreciado en tu infancia, es posible que no sepas apreciar…si no has sido respetado, no sepas respetar (ni pedir que te respeten)…y si no has sido bendecido (bien decido) no sepas reconocer los logros de tus hijos.

Para darnos cuenta de que todos somos víctimas de víctimas hay que tener la humildad y el coraje suficiente como para abrir la mirada y verlo, en primer lugar. Si la interacción con tu familia te daña, toma distancia. No se trata de ser un héroe y anestesiarte. No puede haber compasión con los demás sin tener antes compasión contigo mismo.
La “autocompasión” se cultiva, se riega día a día, porque no nos enseñan a hacerlo, no nos enseñan a anteponer nuestra necesidad afectiva, y la ciencia avala contundentemente esta práctica como antídoto a las inevitables escaseces familiares.

¿Y si partiéramos de esta gran verdad? ¿Dejaríamos de ser víctimas, como lo fueron los que nos precedieron? Podríamos entonces aplicar remedio a nuestras propias insuficiencias para salir adelante y transmitir una formación más saludable a nuestra descendencia y amistades…

Ese viraje óptico requiere tomar consciencia y aprender a amarnos para poder amar, a su vez, a la nueva generación, sin condicionar nuestro afecto a las exigencias que nos impusieron los que no pudieron o no supieron….

“A veces me asombra -no, bastante a menudo- cómo todas las personas que conozco, todos, independientemente de todo, es decir todo, viven con un profundo dolor personal. Hermano adicto. Madre asesinada. Papá murió en cirugía. Rechazado por su familia. El cáncer regresó. Desalojado. Todos, independientemente, siempre, de todo. Sin mencionar el dolor existencial que todos podríamos sufrir, que es que nosotros, y todo lo que amamos, pronto será y seremos aniquilados. ¿Es ese dolor el verdadero salvaje? Y si lo es, y si los unimos, tu salvaje con el mío, ¿cómo sería? ¿Y si nos unimos a nuestras penas? Digo. Estoy diciendo: ¿y si eso es alegría?”

Extracto del libro “The School of Life: an emotional education”, (La Escuela de la Vida: una educación emocional), de Alain de Botton.
Ilustración de Pascal Lemaitre para el libro “The Book of Mean People” (el libro de la gente mala) de Toni and Slade Morrison
Sugerencia: Meditación nº 11: “Cultivando la autocompasión” en www.psyke.es para desarrollar el amor incondicional hacia uno mismo. Nos ayuda a aprender a traernos calidez y amorosidad bondadosa hacia nosotros mismos. Cuando se aplica con honestidad y apertura, produce una presencia conectada y amorosa, que amortigua los estados anímicos negativos y ensalza los positivos.