El estrés se alimenta de la evitación de experiencias difíciles. No es que tengamos que ir a su encuentro a propósito para hacernos fuertes. Las situaciones desagradables nos van a llegar solas. Forman parte del proceso de Ser Humano y la mayoría son inevitables. Los adultos tenemos más recursos que los jóvenes para afrontar este tipo de situaciones. Y, si no los tenemos, los podemos adquirir. Pero ¿qué estamos haciendo con nuestros hijos?
Muchos padres sobreprotectores pretenden evitar que sus hijos sufran cualquier tipo de estrés. Algo totalmente contraproducente. Es justo en la edad temprana cuando han de ir encontrándose con pequeños estresores, para aprender a desarrollar habilidades que les ayuden a resolver los conflictos. A medida que cumplan años y adquieran más responsabilidades aparecerán situaciones cada vez más demandantes. Sus mochilas de herramientas dependen, principalmente, de lo que les permitan aprender y aporten sus padres y cuidadores. Si esa mochila va cargada de problemas y no de posibles soluciones, les pesará tanto que al final se caerán de espaldas.
¡Cuánto les cuesta a algunos padres permitir que sus hijos afronten la realidad de la vida! Si no se caen, no van a aprender a levantarse. Y si no lo aprenden porque siempre están detrás intentando impedirlo, el día que se peguen un buen morrón, para ellos será el fin del mundo. Los niños no nacen resilientes, nacen vulnerables. Y hemos de enseñarles a acoger la vida en peso, poco a poco, con cuidado y cariño, sin darle la espalda, mirando de frente.
En la primera etapa de crecimiento se van ampliando diferentes formas de afrontar dificultades. A medida que suceden los acontecimientos, van aprendiendo a apoyarse en su familia y amigos. Hay que evitar la tentación de tomar el camino más fácil: “se lo resuelvo y acabamos antes”, porque les estamos impidiendo generar recursos para gestionar el estrés de todo lo que se escapa de su control. Que es casi todo…
Muchos padres han pasado por infancias difíciles y no quieren que sus hijos repitan el modelo. El amor incondicional no está reñido con que sus hijos se responsabilicen de sus tareas. La regla de oro es “no hagas nada por tu hijo que sea capaz de hacer por su cuenta”. Tú puedes acompañarle y estar a su lado amorosamente mientras lo hace, pero lo aconsejable es que lo hagan ellos. Luego nos extraña ver a los padres yendo con sus hijos a matricularlos en las universidades. Si quieres que adquieran habilidades sociales, han de empezar a practicar de pequeños…
«Los niños necesitan tener la oportunidad de lidiar con desafíos para desarrollar su capacidad de recuperación. Si eliminamos todos los obstáculos en su camino, los privamos de la oportunidad de aprender a enfrentar la adversidad y crecer más fuertes”.
Extracto del libro «Building Resilience in Children and Teens: Giving Kids Roots and Wings» (Desarrollando la resiliencia en niños y adolescentes: Darles raíces y alas), de Kenneth Ginsburg, pediatra y director del Centro para la Comunicación entre Padres y Adolescentes en “The Children’s Hospital” de Philadelphia.
Ilustración de la artista Julia Kou para el libro “The Sound of Silence” de Katrina Goldsaito, de 2016.
Sugerencia – Meditación n. 12: “Pausa de Compasión”.
Esta meditación nos ayuda a tomar consciencia de cómo nos respondemos en momentos en los que nos encontramos en situaciones emocionalmente difíciles, en las que pensamos que no deberíamos sentirnos vulnerables. Sufrir porque vemos a nuestros hijos sufrir es normal. Cuando no podemos evitarles ese sufrimiento hemos de aprender a ofrecernos cariño y consuelo con un gesto físico de afecto. Buena práctica…