REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

“de las dificultades, crecen los milagros” –Jean de la Bruyère

Se veía venir. Después de sostenernos ante las avalanchas externas de esta pandemia, empezaron los desmoronamientos internos reclamando a sus víctimas: las relaciones interpersonales. Suponen una de nuestras mayores fuentes de estrés por necesitarlas (somos animales sociales) y, a veces, odiarlas (por la capacidad de hacernos daño). Es evidente que esta situación vírica nos ha convertido en vulnerables “células sin membrana”, en la que un ligero soplo de brisa nos puede producir un huracán visceral capaz de hacer que todos vuelen por los aires.

La irritabilidad propia del contexto se hace patente: y qué difícil es trazar la delgada línea roja que delimita hasta dónde te permito invadirme con tus miedos y necesidades, y hasta dónde permites tú que te invada yo con los míos. En todas las modalidades relacionales (pareja, familia, amistades…) nuestro subconsciente juega un rol principal y delicado si no indagamos dentro de él con valentía. Y eso -por desgracia- solo suele ocurrir cuando se expresa abrupta y destructivamente en base a actitudes defensivas primitivas que emergen, cuan monstruosos fantasmas, ante nuestro propio asombro.

Aprovechemos esta oportunidad para investigar en nuestro interior “¿desde qué lugar estoy respondiendo a tal o cual situación?” ¿desde mi propia frustración? ¿desde la envidia? ¿desde el miedo a no perder tu cariño? Nuestro organismo biológico heredó estas estrategias, nos gusten o no, hace miles de años y, si no estamos alertas y las analizamos, su acecho puede repetirse una y otra vez, llegando a destruir relaciones preciadas y, sobre todo, necesarias para seguir conectados socialmente.

Las personas que asisten a mis cursos saben la diferencia entre actuar desde de nuestro cerebro reptiliano primitivo (altamente competitivo) y nuestro córtex-prefrontal evolucionado (cooperativo). Y también saben que hemos de hacer un esfuerzo consciente para acogernos a las cualidades elevadas humanas de ese cerebro cooperativo para no dejarnos arrastrar y hacer algo de lo que luego casi siempre nos arrepentimos.

Aclaración: Es más fácil decirlo que hacerlo…

Por eso aporto dos estrategias prácticas:

1) imaginemos que en nuestro conflicto particular estamos convencidos de que tenemos el 100% de la razón. Es decir, SIEMPRE…

Empezamos por abrir –con humildad relativa- una pequeña ventana de tolerancia a nuestra frustración para deliberadamente auto-observarnos: vamos a asumir de entrada que solo tenemos el 97% de razón, con lo cual admitimos que 3% restante es únicamente nuestra responsabilidad. Desde ese escueto 3%, preguntémonos: ¿Qué estoy haciendo yo en esta relación que está produciendo esta discordia? ¿Es mi “sobre-entregarme”? ¿Es mi asunción de un compromiso implícito que hace que el otro se crea que me debo a él? O lo que es peor: ¿Es mi creencia (lo que los demás me han hecho creer, y yo he comprado) de que “no soy suficiente” que hace que me pliegue una y otra vez ante los designios de los demás, olvidándome de mí?

2) ante situaciones de desavenencias relacionales, hemos de dejar de preguntarnos “por qué me pasa esto a mí”, y empezar a preguntarnos “por qué está pasando esto PARA mí”. Y abrirnos al aprendizaje que aporta la dificultad. Solo así aumentamos nuestro autoconocimiento, crucial para interactuar con el entorno ¿si no sé quién soy, cómo puedo relacionarme con los demás?

Ya lo decía Sócrates:»Por el momento soy incapaz (…) de conocerme a mí mismo. Me parece ridículo, por tanto, que el que no sabe todavía de sí mismo, se ponga a investigar sobre otras cosas antes de comprender esto».

Las preguntas ayudan a darte cuenta de tu patrón. Solo así podrás romperlo y sanar tu corazón, y así no repetirlo malsanamente para ti y para los demás…

Nos co-creamos a través de nuestras relaciones. Todas son tremendamente esenciales para nuestra evolución como personas y necesarias para forjar nuestra identidad. Por eso hay que agradecer lo que nos aportan: de compañía, amor, crecimiento, sapiencia… poniendo en valor también lo que aportamos nosotros en los mismos términos…

Lo que hayamos podido crecer en esa interacción dependerá exclusivamente de lo que estemos dispuestos a investigar consciente y honestamente en nuestro interior y, si es lo que corresponde, acordar que siempre es mejor para cualquier relación “estar BIEN que estar CONTIGO”, aunque ese BIEN suponga estar lejos de tí…

Viñeta de la ilustradora española Flavia Álvarez-Pedrosa Pruvost, más conocida por Flavita Banana.