REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Nuestras creencias son pensamientos adquiridos sobre nosotros mismos y sobre el mundo: no son verdades absolutas

Las experiencias de apego producidas durante la primera infancia influyen directamente en nuestra memoria, narración, regulación emocional y conducta. A medida que vamos abriéndonos al mundo, la mente va construyendo su propia experiencia de la realidad basada, en gran parte, en la interacción con los padres o cuidadores. La “internalización” que hacemos de todo lo que percibimos y escuchamos sobre cómo somos, lo que podemos o no hacer y lo que vemos que ellos hacen, conforman un repertorio de creencias adquiridas que pueden llegar a ser muy limitantes.

Ante creencias limitantes, el mindfulness (en el sentido de darnos cuenta) puede suponer un revulsivo liberador: cada vez que una situación desate en nosotros un disgusto o rechazo excesivo, es una oportunidad para indagar en la creencia subyacente que lo generó.
Pasos:
1) “Date cuenta” de que estás disgustado o alterado. No intentes justificar el porqué de ese disgusto (eso es lo que hace el ego), ni tampoco hacer como que no pasa nada. Estás alterado y punto. Reconócelo.
2) Se trata de mí. No es culpa del otro o de la situación, es algo tuyo, puesto que la emoción se ha generado en ti. Es tu botón el que se ha disparado (el ego, una vez más, intentará culpar al otro o a la situación de tu malestar).
3) Conecta con tus emociones, intentando ser lo más preciso y exhaustivo posible (hemos de ampliar al máximo nuestro vocabulario emocional).
4) Pregúntate: ¿Es una emoción conocida? Cada emoción que sentimos de adultos es una emoción que hemos podido sentir en nuestra infancia y que quizás no hayamos podido resolver. ¿Cuándo sentí esta emoción por primera vez?
5) Cuando encuentres ese momento en tu memoria, revívelo y pregúntate ¿Cuál fue mi interpretación de esa experiencia? (Por ejemplo, que “no era suficiente” o que “me sentí ignorado”, o “excluido”).

Cuando damos con la “llaga” de base que nos hace saltar, solemos toparnos con una creencia limitante adquirida en nuestra infancia y por eso la respuesta suele ser desproporcionada.
Las emociones destructivas provienen de creencias limitantes. Cuando las adquirimos no teníamos recursos suficientes para no creérnoslas.
Sin embargo, ahora en la edad adulta ya hemos descubierto que los seres humanos somos todos imperfectos, y hemos comprobado que “ya soy suficiente” por el mero hecho de SER humano, sin necesidad de entrar en un bucle de consecución de méritos acumulados.
Ahora podemos volver atrás para desmentir esa interpretación errónea que hizo nuestra mente infantil y liberarnos poco a poco de nuestros constreñimientos.
Agradezcamos y aprovechemos, pues, los pequeños disgustos cotidianos para ir desmontando creencias obsoletas sobre quiénes somos. Así, si llegan grandes alteraciones, ya estaremos entrenados…

“Yo: Eric, ten cuidado. Vas a tirar el zumo de fruta.
Eric: No, no se caerá.
Yo: Te ha pasado antes y te volverá a pasar. ¿Por qué dejas siempre el vaso justo en el borde de la mesa?
Eric: No me regañes más y déjame tranquilo.
Un minuto después el zumo de fruta caía sobre la mesa.
Yo: ¡Maldita sea Eric! ¿Por qué no has tenido cuidado? ¡Qué torpe eres! Te lo he advertido un millón de veces.

Cuando mis hijos tenían siete y ocho años de edad, me inscribí en un cursillo para madres (…). En esas clases me di cuenta que el efecto de mis palabras “ten cuidado, vas a tirar el zumo” hacía que Eric se sintiera torpe, lo que hacía que se pusiera a la defensiva (…). Creí que otros padres podrían beneficiarse de estas enseñanzas. Mi objetivo era que los padres fueran más conscientes de la manera que tenían de hablar a sus hijos, que comprendieran el efecto que sus palabras producían en ellos….”

Extracto del libro “Con el cariño no basta” de Nancy Samalin
Pintura de 1573 del artista y filósofo portugués Francisco de Holanda, alumno de Michelangelo, del libro de Michael Benson titulado “Cosmographics”.
Sugerencia: Meditación nº 12: “Pausa de compasión hacia uno mismo” Esta meditación nos ayuda a tomar conciencia de cómo nos respondemos en momentos en los que nos sentimos dolidos en situaciones emocionalmente difíciles, en las que pensamos que no deberíamos sentirnos vulnerables. En estos momentos es muy importante aprender a ofrecernos cariño y consuelo con un gesto físico de afecto.