Todos los organismos, el humano entre ellos, poseemos una “capacidad de adaptación” tan poderosa que nos permite acoplarnos prácticamente a cualquier circunstancia. Esta capacidad, fruto de la fuerza evolutiva, se explica gracias al desarrollo de nuestro cerebro, que tiene como misión principal ocuparse de nuestra supervivencia. La parte más evolucionada se formatea en base a nuestras experiencias, precisamente para que podamos habituarnos a lo que nos presenta la vida con el menor desgaste energético posible. Tal es su potencia de adaptabilidad que podemos estar “nadando” en una situación de maltrato, de abuso, de desprecio, sin apenas percibirla.
Como no nos damos cuenta, suele ser una influencia externa la que nos “abre los ojos” a que podamos estar viviendo una situación inadecuada y es, precisamente, la nueva información la que nos mueve a buscar una salida. Las escenas se repiten ante observadores atónitos que ayudan a cuestionarnos: ¿cómo puedes aguantar esa situación? A lo que a menudo respondemos perplejos ¿qué situación? Porque al estar inmersos “dentro”, no la vemos porque hemos conseguido integrarla en nuestra vida cotidiana.
Una de las funciones de practicar Mindfulness es aumentar el autoconocimiento. La consabida frase “conócete a ti mismo” de Sócrates ya tenía la intención de abrir la conciencia a nuestras creencias y percepciones limitantes para poder relacionarnos con nuestro entorno de manera más realista y coherente. Con el entrenamiento en la atención consciente vamos, paulatinamente, haciendo consciente lo inconsciente, lo que puede llegar a producir algún que otro tumulto emocional porque, una vez has “visto”, una vez has abierto la puerta a darte cuenta, ya no la puedes ni quieres cerrar.
Abrir los ojos lleva a la acción: ¿qué vas a hacer ahora que ya sabes que estás en el agua y no te gusta?
«La próxima vez lo que haría es mirar
la tierra antes de decir algo. Detenerme
justo antes de entrar en una casa,
y por un minuto ser emperador
y escuchar el viento
o el aire inmóvil.
Cuando alguien me hablase para
culparme o alabarme, o solo por pasar el rato,
le miraría la cara, cómo la boca
debe funcionar, y vería cada tensión, cualquier
señal que le hizo que alzara la voz.
Y sobre todo, sabría más –la tierra
abrazándose a sí misma y alzándose, el aire
encontrando cada hoja y cada pluma sobre
el bosque y el agua- y en cada persona
el cuerpo resplandeciendo dentro de la ropa
como una luz».
“La próxima vez” de Mary Oliver
Imagen de la escultura artesanal “The Fisherman’s wife” de Shaun Tan para una edición especial de Los Cuentos de los Hermanos Grimm
Recomendación: Meditación Aquí y ahora: Mente-Cuerpo-Mundo en www.psyke.es en AUDIOS (meditación nº4), para aprender a pararte, detener el piloto automático y preguntarte: ¿cómo está mi mente? ¿cómo está mi cuerpo? ¿cómo está mi mundo? Para aumentar el sentido de presencia, trayendo la conciencia para saber dónde estás y saber lo que estás haciendo en ese momento.