No cejaré en mi empeño de insistir en que estamos en situación profiláctica mental. Se incrementa el estado de alarma y ya empiezan las previsiones anticipatorias de cómo se va a desplegar la vuelta anormal a la “normalidad”. La mente desentrenada, insaciable de certidumbres y control, pronostica todo tipo de escenarios.
A estas alturas, rozando el día 30 de confinamiento, los que no han podido, querido, sabido o decidido hacerse un plan de acción a largo plazo de actividades: ejercicio, cocina, lectura, cine, ayuda cooperativa, voluntariado, conexiones familiares o lúdicas, trabajo telemático, entrega imprescindible e inevitable por servicios esenciales, lo tienen más difícil…
Aun así y todo, tranquiliza saber que, aun con todo lo planificado, es igual…
Si son seres humanos, a estas alturas -si no ha ocurrido ya- se van a encontrar con su mente de frente, desafiante, plantándole cara, yendo a mil por hora con preguntas sin respuestas y en estado de aturdimiento y confusión.
La mente, ávida de consumir las noticias más desestabilizadoras y sin poder “quemar energía” -yendo a correr a los parques, por ejemplo- se puede convertir en nuestro peor cómplice maligno si no nos damos cuenta. Por si faltara poco, como guinda pluscuamperfecta de generador de estrés, muchos de nosotros estamos compartiendo casa con niños saltimbanquis acrobáticos…aun siendo tremendo, es el mejor de los casos, por desgracia.
En este escenario, démonos cuenta cuan urgente es que alguien se ocupe de proteger a la mente absolutamente.
No nos caben más estímulos usurpadores y alguien ha de guardar esa entrada invasiva con criterio, y hasta con garras, porque nuestra salud mental depende de ello. Es previsible que este “aguante” no previsto empiece a cobrar alguna factura peligrosa. La acumulación de tensión emocional para el que no ha adquirido recursos propios previos pueden generar “ollas a presión” que, dada la cadencia del confinamiento, es posible que empiecen a estallar.
Lo esencial es saber que estas salidas incontroladas, aunque no nos gusten, son totalmente “normales” y previsibles…
No somos culpables del reventón. La psique de cada cual tiene un “tempo”, y cuando llega, pues ha llegado. Por eso es tan perentorio acaparar recursos antes de la tormenta. Como las hormigas, que van haciendo su acopio aparentemente absurdo a ojos externos poco previsores y luego, va y resulta, tienen la despensa llena cuando todos se echan a la calle ante el peligro inminente en busca de “lo que sea” para poder sentir seguridad.
La guarda y custodia de nuestra mente supone elegir qué permitimos que entre en nosotros y qué no; a qué hora y en qué momento. Todos tenemos un sostén emocional, y este “retiro” forzoso ha de servirnos para indagar reflexivamente dentro de nosotros para hallar nuestro termómetro particular.
Justo eso es ser MINDFUL (atención cuidadosa, según su traducción del inglés, a la que me acojo en este caso): que supone anteponer mi bienestar, a mi afán de ensañarme –a la mente le encantan las tragedias griegas y las telenovelas- con conspiraciones, detractores y envenenamientos facilones, que nos intoxican y alteran, aumentando el malestar ya sensibilizado y agudizado por circunstancias evidentes y objetivas.
Hemos de permanecer en casa días, semanas, inclusos meses, teniendo en consideración que la “vuelta” no va a ser nunca igual que antes…
Protejámonos con todas las medidas a nuestro alcance. Ya habrá tiempo de investigar. Ahora es “todos a una” para aplacar esta masacre, para ser cívicos, para mantener las recomendaciones de manera comprometida individualmente, siendo conscientes de nuestra responsabilidad.
Y aprovechemos este espacio de tiempo para una reflexión más profunda y atemporal: …cómo estamos interactuando con el planeta (lo estamos envenenando y, por ende, nos estamos envenenando), con las personas que nos rodean (obligados ahora a restringir el contacto físico, cada vez más nos buscamos las miradas, la conexión humana que se nos impide)…
En una sala de espera, a partir de ahora ¿seguiremos embrujados por la noria acaparadora de nuestro móvil? O nos abriremos a conocer la riqueza humana cercana, que -ahora sabemos- tanto necesitamos precisamente porque nos la han quitado…
Reflexión, reflexión…
“La soledad es el mal de nuestro tiempo. Aunque estemos rodeados de personas, podemos sentirnos solos. Estamos solos-juntos. Hay un vacío dentro que nos hace sentir incómodos. Pensamos que si podemos conectar con otros nos desaparecerá esa sensación de soledad. La tecnología nos provee de muchos medios que nos ayuda a mantenernos conectados. Pero aun estando conectados, seguimos sintiéndonos solos. Revisamos nuestro correo y mensajes de texto, varias veces al día. Compartimos lo que hacemos y registramos los que hacen los demás, pero aunque estemos conectados todo el día, no reducimos la soledad que sentimos. Todos estamos hambrientos de amor, pero no sabemos cómo suplirlo (…). Comunicándonos con los demás por el móvil, si no es auténtico, no sirve de nada, pues detrás de todos estos instrumentos está la mente. Si nuestra mente está bloqueada, no hay instrumento capaz de superar nuestra inhabilidad para comunicarnos, con nosotros ni con los demás (…). Hemos de empezar comunicándonos con nosotros mismos. Se trata de volver a casa (…). La vuelta a casa comienza siempre con la respiración”
Extracto de “El arte de Comunicar” – Thich Nhat Hanh
Ilustración: viñeta de “corta”, Cristhian Orta