REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

El imperceptible efecto del estrés es nuestra mayor amenaza, y lo que más nos lleva prematuramente a la tumba

Luchamos contra peligros manifiestos con medios externos, cuando el estrés es lo que más machaca nuestro único medio de defensa interno: el sistema inmunológico, que está constantemente luchando contra bacterias, virus, hongos y cualquier otro organismo invasor atacante. Nos defiende y protege a pesar de nuestros muchos abusos tóxicos intencionales. Si lo descuidamos, damos la bienvenida a la enfermedad, ya que el sistema se harta de nosotros, por agotamiento, y se deja vencer en la guerra, como si fuera una venganza a nuestra irresponsabilidad.

Esta pandemia se ha topado con nuestro mejor aliado deteriorado a causa el estrés, al haber convertido este recurso de supervivencia en un modo de vida que se ha adaptado ciegamente a excesivas demandas cotidianas.

¿Qué es el estrés y qué ocurre dentro de nosotros bajo su influencia?
El estrés es una respuesta natural de nuestro organismo biológico que nos saca de equilibrio ante un estímulo que amenaza nuestra existencia para poder salvarnos. El peligro puede ser real o imaginario, no importa porque el cerebro no lo “ve”, solo registra el estímulo que percibimos y al instante desencadena una cascada de adrenalina y cortisol para afrontar esa amenaza, armados hasta las cejas con poderío hormonal para luchar, salir corriendo o paralizarnos. El cuerpo vuelve al equilibrio paulatinamente al desaparecer la amenaza (si no lo retroalimentamos mentalmente).

Esta elección fisiológica de todo o nada, antepone salvarnos puntualmente empleando también recursos necesarios para sanar heridas, crecer y regenerarnos por dentro. A corto plazo, es tolerable. El problema es cuando ese “desequilibrio” se convierte en nuestro “nuevo equilibrio”, al hacernos adictos a las hormonas del estrés que brotan de agendas imposibles o peligros inventados o magnificados por la mente, destruyendo nuestro sistema inmunológico.

Tres tipos de estrés:
EL ESTRÉS FÍSICO es cuando llevas al cuerpo físico al límite: te rompes una pierna, corres una maratón o te sometes a una operación, por ejemplo, el organismo atiende vigilante nuestra recuperación.
EL ESTRÉS EMOCIONAL es cuando emergen emociones como el enfado, miedo, tristeza y todas sus derivadas de forma virulenta ante todo tipo de situaciones que nos desbordan.
EL ESTRÉS QUÍMICO se produce por sustancias que generan las emociones mismas, o por medicamentos y drogas psicotrópicas (legales o ilegales) capaces de influenciar nuestro Sistema Nervioso Central para aminorar el dolor, la inflamación, o el malestar anímico.

Muchas situaciones dan lugar a los tres simultáneamente: si alguien sufre una intervención quirúrgica (física), que le impide estar con su familia (emocional) y se medica para el dolor (química), puede estar forzando el sistema. La intervención y la medicina son inevitables en este caso, pero existen técnicas de regulación para el estrés emocional, minimizando el daño al sistema.

Un buen antídoto es –además de tomar consciencia de cómo transitamos por la vida- robustecer nuestro sistema inmunológico a través de medidas como el Programa de Prevención de Estrés Basado en Mindfulness (MBSR), que fortalece nuestro sistema, como se ha corroborado en multitud de investigaciones a través de la medición del marcador proteínico “inmunoglobulina A (IgA)”, antes y después del seguimiento del programa.

También nos ayuda a cultivar nuestro equilibrio mental y emocional, generando un espacio de seguridad y estabilidad interior, para poder afrontar las demandas del entorno, tantas veces desafiantes…

Tú decides…

Ilustración: viñeta de El Roto