La ansiedad es ese terrible mal –para muchos, por desgracia- que distorsiona un mecanismo defensivo necesario para la supervivencia, y lo vuelve contra nosotros mismos, impidiendo vivir una vida en paz.
Algunas veces la ansiedad emerge en el contexto de una situación estresante, lo que tranquiliza en parte porque delimitar el origen del problema aporta a nuestra mente una causa concreta. Muchas otras veces, sin embargo, la ansiedad aparece sin motivo aparente, repentinamente, lo que genera gran parte de la inquietud que retroalimenta la ansiedad misma. Tanto si viene con estímulo definido, como si no, si la ansiedad se instala en nuestro sistema, se genera un círculo vicioso que centra toda la atención dentro de nosotros mismos, convirtiendo a nuestra mente en una “vigilante obsesiva” que percibe todo como amenaza potencial.
Lo paradójico es que la ansiedad se forja sobre un mecanismo de supervivencia necesario:
Supervivencia: si pasamos por una esquina y nos topamos con un león, el miedo genera una sustancia química que guarda el evento en nuestra memoria para que no volvamos a pasar por esa esquina que amenaza nuestra vida. Así se mantiene la finalidad última de nuestro organismo: sobrevivir a toda costa.
Ansiedad patológica: si estamos conduciendo y nos entra un mareo repentino, por ejemplo, creando en nosotros mucho miedo e inquietud, nuestro cerebro sigue el mismo recorrido. Dependiendo de cada persona, es posible que cada vez que nos metamos en un “coche” (que ya se ha forjado como estímulo aversivo) nos aparezca de nuevo el síntoma (mareo) o cualquiera de los síntomas habituales (sudoración, taquicardia, temblores…), lo que nos impedirá conducir (en casos graves) para que no repitamos la situación amenazante (para no toparnos con el león).
El cerebro no distingue entre el león y el coche, solo registra el miedo experimentado (la química generada) como advertencia para formatear su sistema de defensa…
Llegado a este punto, tanto el coche (elemento externo) como un mareo (elemento interno) pueden producir los síntomas de la ansiedad, puesto que ya se han condicionado ambos estímulos. Y el desdichado ser humano que los sufre no quiere -ni se puede imaginar- que es su organismo el que lo está generando, porque ahora la alarma sobreprotectora de nuestra vida la lleva dentro.
Esta persona se vuelve “hacia dentro” y cualquier estímulo puede desencadenar el mecanismo de defensa que provee a nuestro sistema de la cascada hormonal necesaria para matar, huir o paralizarse ante un león (las tres reacciones defensivas automáticas que posee nuestro organismo para afrontar una amenaza).
¿Cómo salimos de este círculo defensivo-destructivo?
Primero: conociendo el origen del problema que reside en nuestros mecanismos de defensa heredados.
Segundo: aprendiendo a tomar distancia de nuestros pensamientos y nuestras emociones, que retroalimentan el sistema. El Mindfulness es el “medicamento” más natural que forma la base del proceso para desengancharse de este estado obsesivo.
Tercero: trabajar los síntomas para que la persona pueda retomar su vida y, después, trabajar el trasfondo que los ha generado.
Suele ocurrir que hay algo que no está funcionando en nuestras vidas, y el cuerpo –mucho más sabio que nuestro intelecto- nos lo dice como puede. La incomodidad que genera esta dolencia puede conducirnos inevitablemente a buscar ayuda: una oportunidad de oro para indagar en patrones de comportamiento que casi siempre subyacen al problema…
“Muchas más son, Lucilio, las cosas que nos aterran que las que realmente nos aplastan, sufrimos más en la imaginación que en la realidad (…). Lo que te aconsejo es que no seas desgraciado antes de tiempo, pues puede que aquellas eventualidades tan temidas quizás no lleguen nunca; y en todo caso todavía no han llegado.
Algunas cosas nos atormentan mucho más de lo que deben, otras antes de lo que deberían, y aun otras nos atormentan cuando no deberían hacerlo en absoluto. Tenemos la costumbre de exagerar, imaginar o anticipar el sufrimiento.
Es probable que algunas penurias caigan sobre nosotros; pero no es un hecho hasta que no ocurra. ¡Cuántas veces ha sucedido lo inesperado! ¡Cuántas veces lo temido no ha llegado a ocurrir! Y aunque sea algo que tenga que pasar, en qué te alivia salir corriendo hacia tu sufrimiento. Ya sufrirás cuando llegue; así que contempla mientras tanto cosas más agradables. ¿Y qué ganas haciendo esto? Tiempo. (…).Muchas veces sucede que un peligro cercano o incluso inminente detiene su curso, desaparece o pasa a otra cabeza: muchos sobreviven a sus verdugos. Hasta la mala fortuna tiene sus caprichos: puede que llegue, puede que no llegue, mientras no sea, imagínate algo mejor. ”
Ilustración de Catherine Lepange para Thin Slices of Anxiety: Observations and Advice to Ease a Worried Mind (La ansiedad a finas rebanadas: Observaciones y consejos para aliviar una mente preocupada). Muestra los diferentes campos de visión de una persona “normal” y una persona con “ansiedad”.
Extracto de la carta nº 13 “Sobre los miedos infundados” de la obra“ Cartas a Lucilio”, de Séneca, compuesta por 124 cartas dirigidas al escritor Cayo Lucilio
Sugerencia: Meditación nº5 “Monitoreo abierto: Conscientes de ser conscientes” en www.psyke.es. Para cultivar la amabilidad, apertura y aceptación ante todo lo que aparece en nuestra consciencia como observadores imparciales de la experiencia, sin etiquetar y sin contarnos historias sobre lo que experimentemos.