“No entiendo qué me pasa…no hay contagiados en mi familia. Somos capaces de mantenernos aflote económicamente con lo que tenemos. Nuestra familia está unida…pero me siento desolada, triste y sin ganas de hacer nada. No sé qué hacer para salir de este estado en el que me encuentro”.
Al principio del confinamiento muchos afrontaron este reto de cara y lo superaron con nota: destreza en zoom, cenas y “sesiones de cocina” con amigos cada fin de semana; lecturas o limpiezas a fondo demoradas por años que por fin se acometieron. Incluso algunos se liberaron de esos kilos de más que no se acababan de quitar de encima por las salidas de los fines de semana.
Sin embargo, la proyección a tan largo plazo y el agotamiento de nuestros finitos recursos (de todo tipo) nos ha traído esta “nube anímica” que se expresa cada vez más en las consultas: “estoy decaída y no lo entiendo…”
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció en el mes de Mayo que empezaba a hacer mella la pandemia en nuestras hipersensibles mentes: “el agotamiento y la incertidumbre empiezan a pasar factura individual y colectivamente”.
Uno de los pilares fundamentales de nuestro sentido del yo, es ser plenamente conscientes del contexto que siempre nos influye. No somos entes aislados capaces de extraernos del entorno. Por fuera podemos mantener las apariencias, pero por dentro la tristeza va “reptando”, buscando un hueco en el que poder anidar. Seguramente alberga un mensaje muy humano, con lo que démosle la bienvenida. Ha llegado a nuestro interior y merece nuestra indagación.
Como se ve en la ilustración de este artículo, no hemos encargado lo que estamos sintiendo. Este es el contexto y esto ES lo que estamos sintiendo en esta etapa de nuestras vidas. Intentar no sentirlo solo sirve para aumentar el malestar.
Además, la melancolía es un sentimiento coherente con lo que está ocurriendo y, como todas las emociones, es una mensajera funcional que hay que escuchar, incluso hacerle caso, si corresponde en ese momento.
¿Para qué nos sirve? La melancolía pertenece a la familia emocional de la tristeza y conduce a la introspección, al recurso de lo que fue y ya no es, pues no puede existir sin memoria. Lo importante es que está aquí y nos puede servir para reflexionar sobre nuestro estar en el mundo.
Para acceder a lo que nos está transmitiendo individualmente, primero hemos de reconocer que está. La meditación RAIN (que podéis encontrar en mi página www.psyke.es) nos enseña los pasos: R: reconoce A: acepta I: Investiga y N: nútrete con amor incondicional, sobre todo si no te gusta sentirte así, pues es inevitable; acogerla con cariño te ayudará a aprender a aceptarla y así minorizar el sufrimiento.
Permitirnos sentir estos sentimientos nos hace sentirnos también más humanos. El escritor Víctor Hugo definía la melancolía como “la felicidad de estar triste”. Como cuando Descartes decía “pienso, luego existo”, estas circunstancias nos pueden llevar a decirnos: “estoy triste, luego soy humano” y dada esta situación tan dolorosa para muchos, alegrarse por poder sentir esa tristeza universal. Es decir: “me satisface que me duela, que descubra que no soy insensible y que soy capaz de darme cuenta de la impermanencia de todo y, precisamente, porque no siempre va a seguir todo igual, saber apreciar cada instante de mi vida tal y como se presenta, desde la curiosidad y el aprendizaje…
“Hay momentos en los que el mundo que damos por sentado se transforma instantáneamente; cuando la realidad cambia súbitamente y lo inimaginable irrumpe en la vida real. No nos dedicamos a pensar constantemente en esa posible inestabilidad, pero ahora sabemos que siempre esta ahí, al azar, sin previo aviso. En algún momento una magia terrible puede desencadenarse y revolotear nuestras vidas”. –Genie Chance
Extracto del texto de la periodista Genie Chance, muy conocida en EEUU por haber transmitido el terremoto que asoló Alaska en Marzo de 1964
Ilustración de Marissa Betley (Noone asks for this: Nadie pide esto), de “Project 1 in 4”, explorando las realidades de la enfermedad mental.