REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

Lo peor no es sentirte víctima de lo que ocurre fuera de ti, sino de lo que te sucede dentro

Lo peor no es sentirte víctima de lo que ocurre fuera de ti, sino de las emociones y pensamientos que te suceden dentro

La vida está llena de contratiempos externos: un despido, el fallecimiento de un ser querido, la traición de una amistad, una enfermedad. Son circunstancias que nos afectan profundamente y nos pueden hacer sentir víctimas de la vida, con frases como “todo me pasa a mí”. Y es que a veces tenemos una sucesión de adversidades que hace que nos cuestionemos “¿qué he hecho yo para merecer esto?”. Aun siendo doloroso, al menos tiene un sentido lógico. Lo grave es sentirnos víctimas de lo que pasa dentro de nosotros: emociones paralizantes y pensamientos autocríticos de los que no nos podemos librar porque nos martillean día y noche.   

Si nos sentimos abrumados por pensamientos y emociones fuera de control, es fácil caer en la desesperación. Las emociones como el miedo, la tristeza o la rabia se apoderan de nosotros y nuestros pensamientos se disparan, convirtiéndose en una especie de bucle sin salida. Nos recriminamos y esa voz interna se vuelve cada vez más fuerte, hasta llegar a un punto en el que nuestra mente empieza a definirnos por nuestros errores, inseguridades o miedos. La mayoría de veces no podemos controlar lo que nos sucede externamente, pero sí podemos trabajar con la mente para que nuestra respuesta interna sea más equilibrada y saludable.

La capacidad de autorregulación emocional es fundamental para enfrentar el estrés y la adversidad. La clave está en entrenar nuestra mente, al igual que entrenamos nuestros músculos. Al aumentar nuestra capacidad para gestionar nuestras emociones de forma consciente, podemos disminuir el impacto de los pensamientos y sentimientos negativos que nos obstaculizan y así responder de manera más equilibrada a las adversidades, sin, además, ser víctimas de nuestro tumulto interno.

El primer paso para conseguirlo es tomar consciencia y aprender a observar nuestras emociones y pensamientos sin juzgarlos. ¿Qué pensamientos recurrentes tenemos cuando nos sentimos mal? ¿Qué emociones surgen cuando algo nos molesta o nos preocupa? Practicar mindfulness regularmente nos ayuda a no identificarnos con esos pensamientos y emociones, tomar distancia, y verlos como parte de nuestra experiencia, algo que viene y va.

El segundo paso es aprender a regular nuestras emociones, sin reprimirlas. Nos abrimos a reconocerlas, aceptarlas y, a través de técnicas como la respiración consciente, la meditación, o incluso la psicoterapia, encontrar maneras de reducir la intensidad de esas emociones y transformar nuestra respuesta ante ellas. Gracias a la neuroplasticidad, sabemos que el cerebro humano tiene una asombrosa capacidad de adaptación. Si, en lugar de huir, aprendemos a afrontar nuestra experiencia interna, nuestro cerebro se transformará y dejaremos de ser tan víctimas de nuestra mente y más dueños de nuestras respuestas emocionales. El último ingrediente imprescindible es la autocompasión. Somos nuestros peores críticos, especialmente cuando estamos en medio del dolor emocional. La autocompasión nos invita a tratarnos con la misma amabilidad y comprensión que le ofreceríamos a nuestros seres queridos cuando están sufriendo.   

“La mente es como un músculo: cuanto más la ejercitamos, más fuerte y flexible se vuelve. El entrenamiento emocional no solo cambia cómo experimentamos el estrés, sino también cómo podemos gestionar los pensamientos y emociones que surgen dentro de nosotros. No somos prisioneros de nuestros estados internos.”

Cita del psicólogo y neurocientífico Richard Davidson, de su libro «The Art of Meditation» de 2017.

Ilustración de Ofra Amit para “Letters to a Young Reader” (Cartas a un joven lector), de 2019.

Sugerencia: Meditación n. 1 – “Meditación de la Respiración”.

Esta meditación es el punto de partida más rápido y eficaz para practicar la atención plena. La respiración actúa como un ancla, como un centro de paz dentro de nosotros mismos, que aumenta la estabilidad de nuestra mente, nos ayuda a tomar distancia de nuestros pensamientos y sirve para desarrollar la concentración. Buena práctica…