El estrés puede pasar de ser algo beneficioso a ser perjudicial sin darnos ni cuenta. Si no somos conscientes, podemos estar envenenando nuestro sistema inmunológico (nuestro médico particular), que nos protege de invasores internos y externos. Detectar esa delgada línea roja antes de cruzarla es esencial, porque si se convierte en estrés crónico, puede acabar con nuestro bienestar y nuestra felicidad.
No se trata de que eliminemos el estrés, que es una respuesta natural y necesaria si sucede en niveles óptimos. Se trata de adquirir herramientas para poder volver al estado de equilibrio, antes de que se apodere de nosotros. El peligro es confundir el chute que nos proporciona la adrenalina, que nos da fuerzas increíbles para acabar tareas titánicas en un solo día, con el uso abusivo de las sustancias químicas que produce nuestro cuerpo a demanda. Esa energía parece gratuita, pero el coste es altísimo, pudiendo generar “adictos” al estrés: personas que se habitúan a esperar a hacer su trabajo hasta la fecha límite y acuden a esa fuente energética con cada vez más frecuencia. Que sepan lo que están provocando al sacar a su cuerpo de su equilibrio natural…
La alostasis es un proceso que anticipa situaciones de amenaza activando las hormonas del estrés (como la adrenalina y el cortisol) para asegurar que tiene energía suficiente para afrontar el desafío. Cuando una persona vive dentro del estrés día tras día, hablamos de “distrés”: el estrés perjudicial y agotador que mina nuestra salud física y mental. Nada bueno puede suceder en nuestro organismo si abusamos de esta posibilidad. La mayor parte de las enfermedades digestivas, la desregulación de la microbiota, el insomnio, la hipertensión, las dermatitis y demás lindezas aparecerán porque nos estamos cargando nuestras propias defensas.
El estado de homeostasis, sin embargo, mantiene un equilibrio interno constante frente a cambios externos. Cuando detecta que algún parámetro se ha desviado de la norma, lo corrige y lo devuelve al equilibrio. Por ejemplo, si sube la temperatura corporal, el cuerpo automáticamente activa el sudor para enfriarse y volver a la temperatura normal. Si baja el volumen hídrico, nos entra sensación de sed para poder recuperarlo.
Hemos de aprender a movernos entre estos dos procesos para gestionar el estrés de manera saludable. Vivir constantemente utilizando las reservas del cuerpo genera un desgaste que puede tener consecuencias muy graves a largo plazo. Por eso aprender a regular estos dos sistemas es crucial, reconociendo cuándo estamos forzando nuestro cuerpo más allá de sus límites y cuándo necesitamos hacer una pausa para regresar a un estado de calma.
El estrés no es nuestro enemigo, pero si no aprendemos a gestionarlo bien, puede acabar con nuestra vida en vida: minando nuestra alegría de vivir.
«El estrés crónico no mata de inmediato, pero desgasta el cuerpo de adentro hacia afuera. El cuerpo está diseñado para lidiar con el estrés agudo, no el crónico. Cuando el estrés es persistente, puede resultar en un daño acumulativo que afecta la salud física y mental.»
Extracto del libro «The End of Stress as We Know It»(El fin del estrés tal como lo conocemos), de Bruce McEwen, escrito junto a Elizabeth Norton Lasley.
Ilustración de la obra de Henry Miller titulada “The Hat and the Man” para su libro “To Paint is to Love Again”, de 1968.
Sugerencia: Meditación n. 2 – “Meditación de la Exploración Corporal”
Esta meditación nos ayuda a percibir las señales de nuestro cuerpo mediante la consciencia corporal, algo fundamental para poderlo proteger a veces de nosotros mismos. Atender nuestro cuerpo es una buena forma para agradecerle sus servicios constantes de mantener nuestra salud y equilibrio. Buena práctica…